martes, octubre 03, 2006

CLAUDIA MASIN



Mi escritura está extrañamente ligada a los momentos del día. Los diferentes estados por los que pasa la luz a través de un día causan variaciones radicales en mis estados de ánimo que se reflejan en lo que escribo. Ciclotimia pura. Para mí, la mañana es el momento mas propiciatorio…amo la luz y los sonidos de la mañana.
La siesta, ese momento del día inexistente para los habitantes de las grandes ciudades, es para mí -que he nacido en una pequeña- uno de los espacios mas misteriosos y dulces del día. En las siestas de mi ciudad natal, el tiempo quedaba suspendido. Quizás por eso aún hoy, durante las siestas, sobre todo las de verano, lo que escribo fluye serena y pacientemente, sin apremios. La tarde trae para mí un reencuentro con el mundo. Es, quizás, mejor momento del día para releer, corregir y reescribir. Los textos que he escrito por la tarde y por la noche son textos más angustiados, más urgentes. Por las noches casi nunca he podido escribir un buen poema.
Por alguna razón que no sabría explicar, huyo de la escritura cuando la luz se empieza a ir.
Muchas veces parto de una idea…esa idea me va llevando a leer, a investigar…pero lo que finalmente termino escribiendo (mejor decir lo que "se termina escribiendo") siempre se independiza, se suelta de esa idea inicial y decanta en otra cosa.
He leído manuales enteros de Geología antes y durante la escritura de mi segundo libro. Lo mismo sucedió en mi tercer y en mi cuarto libro: La vista es un libro acerca de ciertas películas que amo, y cada poema toma como punto de partida un film distinto. Abrigo es un libro que nació a partir de mi lectura de los poemas y las cartas de Katherine Mansfield. Ví muchísimo cine en la época de La vista, leí y releí decenas de veces la correspondencia y los diarios de Mansfield en la época de Abrigo.
¿Qué quedó en los poemas? Las piedritas, los sedimentos, las esquirlas, la reverberación.
Cuando se trata de escritura, para mí, no hay manera de planear, de saber de antemano hacia dónde iremos. Además de que creo que los escritores vivimos diciendo las mismas cosas de diferentes modos, es decir, cada proyecto de libro es -para mí- una excusa para decir aquello que tenemos que decir…creo que eso particular, personal e intransferible que cada uno de nosotros tiene para decir es, en realidad, muy poco, y que en el intento por decirlo de la manera mas clara, mas limpia, mas bella y mas precisa, escribimos muchísimos poemas que podrían resumirse, al final de la vida, en un par de frases.
Corrijo casi siempre. Excepto unos pocos poemas que han surgido ya tocados por cierta gracia y de los cuales, ya desde el comienzo, no creo que sea posible que encuentre una mejor versión, mis poemas van transformándose. A veces incluso los retomo luego de meses o años de haber sido escritos, y ha habido algunos de los que sólo ha quedado en pie uno, o unos pocos versos, o una idea vaga sobre la cual comienzo otro texto.
Para mí la escritura es un continuo, que parte de esa iluminación súbita que te hace ponerte a escribir y se prolonga en todas las intervenciones que se van haciendo sobre ese primer esbozo hasta llegar a un texto que se parezca lo mas posible a ese… ¿sueño, ensoñación, fogonazo? que nos hizo sentir la urgencia de decir algo.
No sé muy bien qué es la poesía…quizás la primera palabra que me viene a la mente es secreto, misterio. Para mí hay poesía donde hay respeto por el misterio, por el secreto de las cosas.
Un texto poético sería el que abre nuevas preguntas, el que inaugura una inquietud, una desazón o un regocijo frente al mundo y frente a uno mismo que no existían antes.
Si todo pudiera ser dicho, si las palabras alcanzaran la médula de las cosas, no existiría la poesía.
Creo que la poesía está ahí para recordarnos cuánto no sabemos, cuánto no podemos decir, cómo andamos a tientas por el lenguaje, como quien anda perdido en el bosque y la única luz que tiene para guiarse es la de las luciérnagas…una luz esporádica, fugaz, que nunca se sabe de dónde va a venir y cuándo se va a extinguir…ni qué nos permitirá ver esta vez cuando aparezca.

Poemas

No cesaremos en la exploración
Y el fin de todo nuestro explorar
Será llegar a donde empezamos
Y conocer el lugar por vez primera.

T.S.Elliot

rocas sedimentarias

El lento suspiro del pasado
al convertirse en materia,
súbitamente olvida las palabras
y su memoria pasa a ser puro espíritu,
es decir, una piedra.

geología

Toda nuestra infancia debe ser imaginada de nuevo.
Gaston Bachelard.

De pequeña
probablemente pensara que la geología
era la ciencia que enseñaba a vivir en la tierra.
Geo, tierra, Logía, ciencia. Era razonable,
y desde entonces Yo voy a ser geóloga
cuando sea grande, informaba,
como quien dice voy a averiguar sola
lo que nadie me sabe contar,
voy a clasificar todos los géneros
de dolor que conozco como si fueran piedras.
-Tal vez en los manuales -me decía-
entre fallas y estalactitas aparezca en una foto
yo con mi disfraz de explorador
y en una nota al pie, esta descripción:nena de piedra hallada en una cueva
muy al norte, casi escondida,
el cuerpo cubierto de palabras talladas,
por el tiempo transcurrido, incomprensibles.

oro

no hay otra manera, debes hacerte como la piedra
cuando rondas su compañía
Yorgos Seferis.
Permanecías callada, tu infancia entera un juego
de perseverancia en el silencio. Callada: definición de alguien
por lo que no dice. Como si tomáramos la sombra de un ser y con ella
construyéramos la imagen, completando su cuerpo con la idea
de lo que allí falta. O como cuando decimos de un paisaje: es árido,
suponiendo que algo, que debería estar creciendo en él, ha decidido,
misteriosamente, ausentarse. ¿Pero y si se tratara de riqueza
y no de pérdida esa ausencia de frutos, árboles, palabras?
Tu casa estaba construida en un paisaje árido.
Lo recorrías con el entusiasmo de los buscadores de oro,
segura de la existencia de ese tesoro y de tu decisión de hallarlo.
La aridez era tan bella como la visión que, imaginabas,
se tenía del océano desde los barcos. Una extensión de luz vacía,
todo un país para ser habitado y a su vez una magnífica
excusa para el futuro exilio.
Cierta vez te advirtieron del peligro de vivir entre piedras:-vas a terminar convirtiéndote en una de ellas.
No pensaste entonces en la quietud,
en la invariable tristeza. Pensaste en cambio: de las piedras
se arrancan las palabras, de la minúscula entraña
de las cosas calladas.

grafito

Una noche de luna llena, en la hamaca del jardín,
están sentadas. La madre canta una canción
que repite y repite, podría decirse hasta el cansancio,
sólo que la hija no se cansa: se encanta, se duerme.
Desde esa noche, para la hija, escribir
será escribir la pérdida de ese momento.
La escritura de la canción de la madre demora
el final de la canción misma. Las palabras
existirán para crear esa demora, un instante
suspendido entre la voz y el silencio. Y por eso,
la hija las escribirá con esa facilidad dichosa
con que sólo pueden hacerse
ciertas cosas imposibles.

malaquita

¿Quién te rescataría de la extensa siesta de tu ciudad
pequeña? De la misma paciente manera
en que las peregrinas de la Edad Media
cargaban sus piedras de malaquita, amuleto
contra los peligros del camino y los relámpagos,
en tu viaje llevarías las palabras de los libros,
serenas dentro de su inalcanzable órbita de silencio.
Un satélite más, tu cuerpo, en su lento giro idéntico.
La espera de la pasión es la dicha más perfecta,
no su llegada. El metrónomo del verano mide el ritmo
de la sequía, de la lluvia. Cuando ella sí llegue,
será espléndida. Mientras tanto, el peregrinaje va creando
el camino que recorre, como pequeñas puntadas de un tejido:
tu vida. Con las hebras que hubiera.
Si no se habita en el mundo, no se puede construir hogar,
calor o piedra que te cubra de los peligros del camino,
los relámpagos. Entonces, que tu amor a las palabras alcance
a temblar en la vacilación de la luz en el instante
que precede a la total oscuridad. Se desvanezca
cuando la luz se desvanezca y solo entonces.
Que aún allí toque tu cuerpo y lo encienda.


borneo

Los peces que habitan los lagos subterráneos
de las cavernas, hace ya generaciones
han quedado ciegos. La completa oscuridad
hizo que sus ojos se volvieran membranas
cerradas que no pueden distinguir luces o sombras.
Sí presencias: cuentan que esos peces,
cuando advierten unos ojos humanos
mirándolos al auxilio de la luz artificial
de las linternas, mueren. Las cámaras
han captado su agonía paso a paso, un dolor ciego
nadando en las cavernas como un pez
que hace siglos perdiera el poder o el deseo
de la luz. Los subtítulos debieran decir:
"la transparencia ajena es siempre secreta."

la repetición

Y oigo en mí esa voz, que surge del fondo de la infancia: vine antes aquí -decía entonces-
conozco este lugar, he vivido aquí, estaba antes del tiempo, estaba antes de mí sobre la tierra.
Yves Bonnefoy.
Cuentan de un personaje
que había vendido su sombra.
Desde entonces, temido y rechazado,
se dedicó a huir del día. Cuentan
que los chicos, en el norte, al cruzar el monte
como una imagen detenida de sí mismos,
proyectan una sombra débil
que los confirma: son reales.
-Se está yendo la sequía.- dice uno.
Ojos pequeños, desconfiados.
¿Quién, que conociera este paisaje,
tendría confianza en él?.
Demasiada perplejidad para alimentar
cualquier inocencia. Además,
los niños criados en el exceso de luz,
saben cosas diferentes.
Junto a ellos, entre el crujido de palitos secos
corre un rumor como un viento secreto.
Las palabras de los viejos:

"No puede elegirse lo que nos ha elegido antes
-dicen- hay un amor a lo inevitable que es casi
un talismán contra la furia de las sequías
y las tormentas. Los animales
están inquietos esta tarde, hay alguaciles
volando sobre los charcos. Va a caer
un aguacero interminable."
Mientras caminan, imaginan la luna
perfecta del verano, empañada por el agua
y la sorpresa. A la noche alguien
tendrá deseos de pensar en otros sitios
de helada claridad por las mañanas,
países árticos donde la soledad
no se confunde con el mareo del calor.-El calor no te deja pensar,
dicen los viejos, y es verdad.
Pero por suerte, en unos días la lluvia,
el viento fresco del sur, van a pasar.


la erosión


Llueve sobre dos mujeres de ocho años.
Se trama el destino en ese hilo de agua
que las recorta del paisaje y las salva de pertenecer a él.
Viven de la imprudencia de pensarse a sí mismas
en un sitio distante. En sus charlas Buenos Aires es exótica
a la par de Bangladesh. Van a irse, no esta tarde,
pero ya están advertidas de la crueldad de partir.
Eso las hace acercarse como dos refugiadas racionándose
el calor. Aún así -la parte por el todo- creen en la alegría
porque han pasado la tarde riendo juntas,
enamoradas la una de la otra y las dos de esa risa.
La futura espera de esas horas perdidas va a ser infinita.


azufre

Ser cartógrafa de una casa implica conocer sus objetos
secretos: una red agujereada de pesca en el depósito
de las herramientas, señuelos con dibujos de peces
rojos y negros, el cuadrante roto de una brújula
que marca siempre el norte, olor a humedad que recuerda
imperfectamente el mar. Como si alguien de la familia
hubiera fallado en los preparativos de una travesía larguísima
y ahora te tocara reconstruir el itinerario de esa expedición
que nunca se hizo.
Se debería partir cuando el mapa esté completo,
cada ciudad en su sitio y de cada una los datos necesarios:
la velocidad máxima de sus vientos, la profundidad de sus ríos,
su época de tormentas. A veces pensaste en diseñar
un mapa deliberadamente errático, por la sola belleza
de extraviarte en dibujos que no llevan a ninguna parte.
O tal vez para obligarte a permanecer en el mismo sitio
preparando para siempre una partida,
tu propia vida el lugar donde aprender la palabra viaje.
Todas las cosas hermosas, al principio, son palabras.
¿Viste alguna vez cómo el sol atraviesa
el ala de un insecto en vuelo? ¿Con qué delicado
y fugaz dibujo la rellena? Así hubieras querido que se viera
tu cuerpo en la transparencia de la tarde:
una chispa de azufre, azulada. Materia inflamable
que al menor roce recuerda su pertenencia a los volcanes,
su ansia de desprenderse y arder en el aire.
¿Adivinaste ya que no es ése tu oficio? ¿Pudo tu cuerpo
amar lo que le ha sido encomendado? Que otros se vayan.
Lo tuyo es escribir la historia de ese viaje.

arboles secos

Al secarse, los árboles ayudan a conservar
la vida de las selvas. El tiempo se deposita
en la materia vegetal y la descomposición
es su caricia lenta. El viento labra
caprichosas figuras en las rocas desérticas.
Cada muerte deja sobre ellas un dibujo diferente.
Una letra única que el azar regala
y las piedras aceptan.

De, Sangre del tiempo


Claudia Masin


Claudia Masin nació en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1972. Tiene 34 años. Es escritora y psicoanalista. Vive en Buenos Aires desde 1990.
Tiene tres libros de poemas editados: Bizarría (1997, Nusud, Buenos Aires), Geología (Seleccionado para su edición por el Plan de Promoción a la Edición de Literatura Argentina de la Secretaría de Cultura , 2001, Nusud, Buenos Aires), La vista (Premio Casa de América de Poesía Americana 2002, Visor, Madrid), y 4 inéditos: Abrigo (Mención Honorífica del Fondo Nacional de las Artes de Argentina, 2004), La soledad (2004), El secreto (2005) y El regreso (2005).
En el curso de 2006 la editorial chaqueña De la Paz publicará una antología llamada El secreto (selección de poemas 1996-2006) con poemas éditos e inéditos.
Poemas suyos han sido incluidos en diversas antologías, entre ellas Poesía latinoamericana del Siglo XXI: el turno y la transición (Compilador: Julio Ortega, Ed. Siglo XXI, México,1997), Agua de beber (Antología de poetas argentinas, Compiladora: Mónica D’Uva, Nusud, Bs. As., 2001)
Es creadora y coordinadora, junto a un grupo de artistas de diversas disciplinas, de ciclos multimedia relacionados con la poesía (El pez que habla, 2000- El gallo y la luna, 2005) y de ciclos de recitales de poesía (La mirada,1998; Poligrafías, 2001; La Musik, 2004)
Trabaja junto a un equipo de artistas visuales y músicos en la creación de texturas sonoras y visuales a partir de textos poéticos. Ha presentado la performance Ningún sitio  (trabajo conjunto con músicos y fotógrafos; basada en textos del libro La soledad) en: Fuga jurásica 2004 - Festival dedicado a nuevas tendencias en el arte- Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires y Código País 2004 -Festival de nuevas tendencias, Buenos Aires.
Ha participado como panelista de distintos Festivales y Encuentros de Poesía.
Coordina un taller de escritura poética desde 1997 y un taller de escritura psicoanalítica desde 2003.
claudiamasin@hotmail.com

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Chaco forever

Anónimo dijo...

maravillosos tus poemas, increíblemente bellos.

Anónimo dijo...

un poema tuyo traducido al portugués
http://incomunidade.blogspot.com/2008/09/erosin-eroso.html

Unknown dijo...

EL ARTE DE ESCRIBIR POESIA SOS UNA ARTE SANA ESTIMADA CLAUDIA Y BIEN FEDERAL DE RE SISTENCIA GRACIAS SOY MARCELA DESDE TRES ARROYOS

Unknown dijo...

EL ARTE DE ESCRIBIR POESIA SOS UNA ARTE SANA ESTIMADA CLAUDIA Y BIEN FEDERAL DE RE SISTENCIA GRACIAS SOY MARCELA DESDE TRES ARROYOS