miércoles, abril 25, 2007

RAÚL O ARTOLA







Mil palabras sobre el oficio de escribir

Tanto en narrativa como en poesía, más que ritos observo ritmos, períodos de trabajo en los que la convocatoria procede de una determinación interior impostergable. A veces esta disposición se origina en un objetivo marcado desde afuera, como por etapas suelen ser los concursos literarios. Tener en el horizonte un compromiso de esa índole obliga a poner en juego los espacios y los tiempos para cumplirlo.
En cuanto a instrumentos y circunstancias, hay pocos elementos constantes: nunca un poema nace en el teclado de la computadora, lo que sí puede ocurrir con un relato; tengo multitud de cuadernos y libretas y lapiceras a la mano en toda la casa, no sólo para apuntar una idea, una imagen, un par de palabras interesantes y abruptas, sino para anotar algo que escucho por la radio, que detecto en una película o que subrayo en los libros que estoy leyendo. Hay una mesa preferida, la de la cocina, cerca del fuego, pequeña y orlada con papeles, donde casi siempre me apoyo para escandir unos versos o borronear párrafos de incierto destino. Ni la hora, ni la luz ni el bullicio eventual me afectan demasiado; si voy a escribir me blindo en una cápsula de absoluta prioridad. Esto, claro, me ha acarreado problemas socio-ambientales y psico-afectivos, que he ido resolviendo con una progresiva y consistente soledad.
Escribo lo que surge de un-estar-atento a palabras -o imágenes destinadas a ser transmutadas en palabras- que aparecen en la conciencia en la riquísima fragilidad del instante. Darle sentido a esa fugacidad, a ese relámpago, eso es para mí la poesía. Con otro volumen y densidad de discurso interior, vale lo mismo para la narrativa, para el nacimiento de un personaje que va a decir algo, a hacer algo. O para dibujar una situación que desembocará en una historia. Siempre cito a E. L. Doctorow: escribir “es como conducir un auto en la noche; es imposible ver más allá de las luces altas, pero se puede hacer todo el viaje de esa manera”. Lo que no quiere decir que no se sepa hacia dónde vamos, pero a menudo al final del camino nos sorprendemos y en algunos casos esa sorpresa es grata. No dimos en el blanco al que habíamos apuntado, pero quizás hicimos centro en un blanco cercano.
Es muy raro que la composición de un poema me demande una investigación; a lo sumo puedo necesitar un dato, la precisión de un nombre o de una fecha. Es más fácil que suceda al revés: el acceso a información nueva me lleva al poema, como cuando vi un documental sobre los nubas de Fungor, en África, y a los pocos días escribí un texto inspirado en sus rituales con los cántaros para el agua en la ceremonia fúnebre de un viejo hermano de la comunidad.
En narrativa sí es habitual un trabajo de rastreo, prolongado y minucioso, sobre personajes, hechos y época que vamos a necesitar para darle verosimilitud y carnadura a la historia que nos proponemos contar. Hay ocasiones en que esto lleva varios meses y hasta años, como cuando nos resulta imprescindible leer un libro agotado y no conseguimos en ninguna parte un ejemplar de viejas ediciones. Esto me sucedió con “La luna y seis peniques”, de Somerset Maugham; hasta que no se reeditó en castellano no pude continuar con un esbozo de relato. (Vale consignar que esto ocurre en provincias con más frecuencia que en Buenos Aires, donde las fuentes de búsqueda son inagotables).
El método, para mí, comienza con la corrección de los textos, que a veces son casi completas reescrituras, aunque esto es menos común. Este trabajo es el de la verdadera escritura, porque el primer texto es un pre-texto, siempre. Que si no pasa de esa condición habrá sido un intento fallido, tal vez un mero apunte. Es cuando distingo dos momentos. El de la corrección en la primera lectura es un repaso de sobrevuelo, que sirve para emprolijar pero también para formarse una opinión, saber si le podemos dar el “pase” para un futuro trabajo. Allí nos queda una impresión mensurable en grados de interés, que nos mantendrá más o menos entusiasmados con la idea de retomar el texto. El segundo momento será luego de un tiempo muy variable, que nos confirmará o no aquella primera sensación en cuanto a la calidad y posibilidades de crecimiento (no confundir con mayor extensión) del texto. En ese período de fermentación nosotros cambiamos y el texto también, pues en la medida en que el contexto cambia, el texto no puede permanecer idéntico. (Recordemos “Pierre Menard, autor del Quijote”, de Borges). Es el momento de imprimir y ensuciar la página, de suprimir y condensar, de ajustar y precisar, de dominar el ego y lo dionisíaco para que venzan el yo y lo apolíneo. Es el momento del aprendizaje con nosotros mismos, de la artesanía, de la lucha con el lenguaje, que es moldeable pero tiene los límites de todo código y trasponerlos implica una decisión de alto riesgo. Riesgo que constituye una empresa de gran envergadura y donde naufragan muchos intentos presuntamente vanguardistas.
Juan Carlos Moisés dice que la mirada del niño cría los ojos del poeta que será (o algo parecido, cito de memoria). Y no puede menos que creerle quien supone haber visto con sus propios ojos y no con miradas de préstamo o alquiler. A esta altura, como dice Gelman, intento ser poeta. No es posible serlo todo el tiempo, vivir en estado de poesía es un ideal precioso y arrogante que nuestra cuota de romanticismo acarició alguna vez. Hoy creo con cierto realismo que el proyecto consiste en estar dispuesto, abierto y alerta como para que la poesía me habite cada tanto y me use de medio para expresar, captar una brizna de realidad –íntima o exterior, siempre propia- y convertirla en ese objeto nuevo que es el poema. Una mirilla para atisbar un mundo otro, una forma de conocimiento (y de autoconocimiento) que suele darse, también, como don de profecía.




Poemas




Este libro obtuvo en 2002 el Primer Premio en el Certamen Internacional “25 Años de Lucha” convocado por la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Fueron jurados Susana Cella, Daniel Freidemberg y Leopoldo Brizuela. Hay dos ediciones, la original de Madres (2002) y por El Camarote (2005).


No me basta mirar;
la luz no basta.
Porque he mirado tantas veces,
tantas veces en vano creí ver.


José Ángel Valente



El hondo amor que desde niño presentías, ¿era éste?

Goytisolo



la mirada corta
... mira mejor, no se te vaya a escapar que yo no valgo nada, pues la vista
de la inteligencia comienza a ver agudamente cuando comienza a cesar en su vigor la de los ojos...

Platón
(El banquete, 218 E – 219 D)




Construcción del día

Volverse a recoger el almohadón que ha caído
o no volver, siguiendo hasta la cocina
con la taza vacía en la mano
y el libro en la otra.
Dilema de la mañana que se resuelve
en un instante, hacia uno u otro lado,
casi sin dejar huella,
salvo esa ráfaga de luz que los ojos
registran con insólita felicidad
al enfrentar nuevamente la ventana
que habíamos dejado atrás cuando íbamos
sin regreso hacia la cocina.


Vecinos

A la distancia que los urbanistas pusieron
entre la mujer de la ventana de enfrente
y mi lugar de observación,
yo la cubro en silencio.
Ella deambula con la niña en brazos
mientras pasa su mano por el mentón.
El hombre aparece por detrás
y la abraza suavemente
en el gris de la tarde.
Sin darse vuelta,
retribuye la caricia
y le entrega la niña.
Fuera de la mirada de su hombre,
la mujer junta las manos
en el pecho
y se queda quieta
hasta que cae
la primera gota de lluvia.


Voces del barrio

Nuevo y precario como una maqueta
para el cine, mi barrio
tiene todos sus misterios
a la vista.
Impúdicos, los gritos
de amor o de protesta
recorren cada casa
con el humor cambiante
de los vientos.
Habría que vivir en otra parte
para saber lo que dicen
esas voces.


Calles de tierra

Al paso indiferente
de los colectivos
sube la siesta en el barrio.
Los heladeros ocupan esquinas
con la oferta de palitos
último modelo.
Puertas adentro
la clientela se aburre
o goza
masticando el polvo
que le toca en suerte.

Nadie se queja
porque el sol trabaje.


Espejismo


La veo barrer de espaldas a mí
y su movimiento
es el de mecer a un niño.
Acuna la tierra
que se junta en el piso
lejos de su lugar
sobre los fríos mosaicos
de la civilización.
Partículas de polvo
desintegradas
molestas
de sí mismas.
Desterradas.


La lluvia

Sé que todo sueño de poesía
es la más bella forma del engaño
y la única que el corazón tolera
en un día de lluvia en que todo
parece sin razón ni sentido.

La gente camina y se encuentra
en la lluvia, conversa de ideales truncos
y de nuevos proyectos,
lanza su voz cordial o envenenada,
intenta el beso fraternal y hasta amoroso,
por cumplimiento social
o místico entusiasmo.

La lluvia persiste en su trabajo,
trayendo alivio y catástrofes.
Suena su música
de chapas y tejados
en charcos de cemento,
en hoyos de tierra, en acequias,
en desagües de cinc.

La lluvia hace el poema
que no supimos atrapar
la tarde en que invocamos
la más bella forma del engaño.



... es otra cosa lo que quiere, según resulta evidente, el alma de cada uno, algo que no puede decir, pero que adivina confusamente y deja entender como un enigma.
Platón
(El banquete, 192 B – E)


El duelo



Si uno entierra a alguien
¿debe irse enseguida?
¿O vagar con los ojos
entre flores
y tierra reseca?
Cuando enterramos a alguien
¿es bueno volver?



Adiciono, corto,
respondo parcialmente,
paso en limpio,
postergo hasta lo último,
cae el interés,
la estiba es despareja
y cuando quiero acordar
el cielo es un frágil
compromiso.




Soñó el poeta que le pedían
a voces que hablara
y él no sabía explicarles
que no podía
que apenas si estaba
aprendiendo a cantar.




¿Crees acaso que es vil la vida de un hombre que ponga su mirada en
ese objeto [la belleza en sí], lo contemple con el órgano que debe y esté en unión con él?

Platón
(El banquete, 211 D – 212 B)



Oficio mudo


En el cuarto oscuro
un hombre retoca la porción
de realidad que le han confiado.
Desvanece al inquilino
del lugar que ocupaba
pinta bigotes a las damas
e imagina gestos y voces
de lamento.
Asombrará el daguerrotipo
cuando se haga el escrutinio.



Yo no puedo ser ese hombre
que se mira en el espejo

primero porque yo no me rasuro
segundo porque él es un amante
de Adelia Prado
tercero porque su color
es el de la tierra húmeda
cuarto porque se cubre
con una toalla florida
quinto porque nadie me ha dedicado
hasta ahora
un poema de amor.


...es el dios poeta tan hábil que puede incluso crear otro. Al menos se hace poeta todo aquél, ‘por negado a las musas que fuera anteriormente’, a quien toque el dios.
Platón
(El banquete, 196 D – 197 B)



Bandera blanca

El poeta acuerda silencios
con las palabras.
Cuando el pacto se levanta
nace el poema.

En todo parlamento
algo se pierde
y una victoria
siempre es discutible.


croquis de un tatami


1


Nado en un río incierto que dicen que me lleva del recuerdo a la voz
Juan José Saer


Como el hálito frío de olimpos habitados por dioses de mármol, las cuencas de los ojos albergan prótesis de vidrio talladas a desgano.


Todo movimiento cumple una parábola que se extingue en el vacío sin haber registrado su paso por la historia.


La virtualidad de la epidermis seguirá siendo una curiosidad científica: no puede verse con la lente implacable del microscopio.


El tiempo es la única materia tangible. La piel se marchita segundo a segundo, pero resulta poco confiable el espectáculo de la degradación.


El apuro es un enemigo letal: nos vence con nuestras propias armas.


En todo lo creado subsiste algo del caos original. En la rana puede sospecharse una intención de musgo y en la piedra cabe la esperanza de un vuelo interminable.

El precio de la soledad es similar al de los campos de concentración. Para comprobarlo basta mirar los brazos de los solitarios y de los sobrevivientes de Auschwitz.

El costado de la pena tiene su resorte de almíbar: con poco o casi nada se sacia la muerte cuando no ha llegado su hora.

Toda alarma sirve ante el peligro. Basta con usarla para que la amenaza se concrete.

Nunca dobles tantas veces un papel como para que no pase por debajo de la puerta.

Dilema a fin de milenio: ¿es peligroso cultivar la ternura como especialidad?

Los ojos alucinados de la histeria. El maestro que buscan. La promesa que nunca cumplirán.

Un viejo anarquista camina por los techos de las casas de sus compañeros muertos. Lee al príncipe Kropotkin en voz alta, vestido de negro.

Nada puede perdurar, salvo el silencio desnudo de las piedras.


***

En su telaraña de aire, el colibrí hierve inmóvil

Horacio Pilar



Los amores para toda la vida duran poco tiempo. Toda la vida dura poco tiempo. Miren esas canas en la cabeza del niño.


Nos peleamos por un arcón vacío durante muchos años. Que no se pudiera abrir fue el motivo de la disputa.


El que no se abandona a sí mismo/ nunca se perderá./ ¿Quién se quiere encontrar? (En tiempo de zamba).


Es fácil sufrir un espejismo si uno anda en el desierto. Casi siempre, los oasis tienen forma de mujer.


El que ha conocido el desamparo no tiene de qué quejarse a Dios.


Ensuciar la mesa. Completar los huecos con un fulgor humano. De palabras y deseo. Amores de nuevo.


Música de cabaret/ comida de soldado/ lecho de preso/ sueños de amante./ Toda permutación es lícita.


La casa a número hacer. El verso a número hacer. Despertando.


Andar con la intuición de lo que aún no se ha dicho. Ése es todo el secreto.


Pasado cierto tiempo, es inevitable que el teléfono suene.


En algunos casos, una buena necrológica te salva la vida.


No se puede dormir dejando un problema poético pendiente. (Resolver y acostarse de nuevo).


Decir algo nuevo sería, quizá, repetir algo viejo que entre todos hemos olvidado.



3

No hay nada más secreto que una existencia femenina

Marguerite Yourcenar




Disculpa mi honestidad, pero no puedo decirte lo que siento.


No hay experiencias truncas ni lunas vigilantes.


Es muy alto el precio de estar vivo, dice. Pide fichas y apuesta a primera docena.


Esta noche, el cisne salvaje acuatizó a la altura de mi cota, con pleamar y luna menguante. (Escuchando a Silvio).


La paciente se niega a comentar las circunstancias actuales de su vida sexual. La paciente no reconoce tener dificultades para conciliar el sueño. (De un informe médico).


Desconfía de la flor que no te saluda al amanecer. Pudo tener pesadillas de una noche en otra parte.


La paloma duerme en el vino. Cuando se sirve la copa, la paloma vuela libre.


No olvido, ni busco/ ni asesino;/ miro adentro./ Veo un prado celeste,/ ese incierto cielo azul/ de pedrería.


Siempre llego con sed a todas partes. Un grano de agua, por amor de Dios, para este mudito.


Reses colgadas/ sin arriba y sin abajo/ aire por aire por aire/ chatean sin descanso/ en las autopistas cibernéticas.


¿Será sobre esta cama donde me pondrán mis hijos?


A veces, cuando sueño, los lobos tienen piel de lobo y los corderos, piel de cordero. Después, todo vuelve a la normalidad.


Una tradición jasídica dice que los seres humanos, despojados de nuestras cáscaras, somos recipientes de canto.


Toda virtud/ tu transparencia sabe/ que el aire peligra/ cerca de la boca.


Soy el que mejor hace las cosas. Soy el que no sirve para nada.


Conocer a alguien es haber lamido su entrepierna húmeda por lo menos durante diez minutos.


Me parece verte agazapada/ como si estuvieras por nacer/ a cada instante.


Te vi salir/ como si entraras:/ con un claro de luna/ en cada pecho.


A veces/ tan de ovario congelado/ y otras/ un atisbo de carne enardecida.


Te tiñe y te implica/ y me enturbia/ me oscurece/ me desplaza.


4

Tous les écarts lui appartiennent

Paul Valéry




Cuando estoy preñado, lloro. No hay otra forma de parir. Salvo que nos animemos a cantar.


No te preocupes, muchacho, por el nombre que le pongan a tu hijo. Siempre podrás llamarlo Frank, no lo olvides. (Escuchado en el pasillo de una maternidad, agosto de 1996).


El hombre cree que el ejercicio de la sinceridad puede quedar impune. La mujer sabe desde siempre que tal cosa no es posible.


En el calor de la tarde/ ibas con tu hijo en brazos/ y un dolor de cabeza/ por acoso del mundo./ Era tanta tu belleza,/ refulgía la calle.


“Lobo: me gustás tanto como las tristezas del blues. Te amo. Lety” (En un paredón, rumbo a Lugano, junio de 1993).


Es válido usar la ironía para referirnos a personas o situaciones que no nos provocan desprecio.


Pequeña cantimplora: nunca serás mi cántaro de la devoción.


Cuando nos mantenemos en la duda recibimos un premio inesperado.


Tomar posesión indigesta.


Alguien dé un hijo a esa mujer y le quite la pena para siempre. Así sea.


Las cuatro paredes del amor son incurables. Y es ilusoria la libertad del que anda solo.


Camina cerca de ella/ pero hazlo con sumo cuidado./ No hagas ruido/ no la sobresaltes/ no despiertes a la princesa./ Yo soy/ quien le custodia/ el sueño.


Abrumado por sucesos favorables, el pesimista se suicidó.


El centro justo de la horqueta/ de tus piernas/ panal de la mejor miel/ secreto claro de la gran residencia.


A veces resulta muy difícil no enamorarse a través de la pantalla. (Saca Mary Pierce, 0-15).


En los últimos años de su vida, B. intentó desmentir las diferencias entre nictálopes y viandantes.



De las heridas guardo el mejor de los recuerdos: la hora de la sangre.



Soy la llama./ Cuanto he tocado/ ardió en mis manos./ Soy la llama./ De nada servirá/ tanta ceniza.


Nadie es más/ ni menos/ que yo/ ni que mi sombra/ que alcanza/ y no domina.


Lo que no deba ser, se retirará.


Yo vengo después de los mejores.



De, Croquis de un tatami




Noticias


Al comprobarse
que tienen alma,
los monos rhesus
reclaman ante
la Corte de La Haya
el pago de utilidades
por el uso
de marca registrada.
No prosperaría una acción
similar de los cobayos,
que han pasado
a la clandestinidad.


Dao rojo fuego



Uno mira el cuadro
se conmueve, lo comenta
y dice: esta mujer es feliz
no pueden faltarle hombre,
mujer, vecinos, hijos
que la amen.
Uno mira el cuadro
y le dan ganas de llorar
por uno mismo.
Después nos enteramos
que la autora ha pasado
malos tiempos:
estuvo internada
toma barbitúricos
y nadie la cuida.


(El verso final pertenece a Memorias de Adriano,
de Marguerite Yourcenar)


Texturas


El que mira percutir al hombre
su teclado
no sabe nada.
Ve los movimientos de los dedos
y los brazos
la espalda algo encorvada
anteojos que resbalan
por la pendiente de la nariz
algún sudor.
El que mira controla su reloj
y el tiempo pasa
igual que siempre
hasta un poco más lentamente.
El hombre que percute las teclas
no advierte la figura
que forma
ni le importan el sudor
o el cansancio.
Su tiempo no existe
en los términos corrientes.
El hombre que teclea sin cesar
no sabe nada más
que lo que hace
debe hacerse.
Y termina feliz su jornada
nunca satisfecho.


Sábado


la vacilación la contradicción la duda la confirmación la repetición
la distracción la incertidumbre el desatino el hartazgo el azar
la inercia la desidia el deseo la obsesión el colmo la clausura el sentido
la indiferencia el aliento la emulación la disputa el retroceso
la imposición el desacuerdo el espacio la curva el desgano la desazón
el lenguaje la insistencia la reiteración la vergüenza la casualidad
la suposición la propuesta la invitación la desilusión la mímesis
el desencanto el desencuentro la insipidez el límite la espera la ocasión
el augurio el deterioro la destemplanza la compostura el balance
el silencio el descaro la intriga la entrega el choque el simulacro
el disimulo el cuidado la contracara el trueque el cambio the gift
el desdén la sorpresa el temblor el ensimismamiento la torpeza
la evidencia


Combo



La mujer va
y viene
con su hijo
que crece
y busca a su padre.
La mujer va
y viene
encuentra al padre
de su hijo
jugando
a que lo busquen.

*
La mujer tañe
el instrumento
en la casa
de su partitura.
Tañe y suena
como la música
que busca
dentro
de sí.

*

La mujer habla
y su voz
resuena
en el pecho
de los otros
como el eco
de la palabra
que no pueden
pronunciar.

*

La mujer negocia
con la muerte
una despedida.
Tan bien lo hace
que la muerte
demora la partida
por gozar
un rato más
con su ilustre
adversaria.

*

La mujer sobrevuela
los contornos
baja
saluda al río
la perfuma el aire
entorna la puerta.
No sabe
si volverá.


Motivos de haiku


Por el jardín
la hormiga abre camino
en su silencio.


*

De flor en flor
abeja con perfume
el viento lleva.


*

¿Duermen los peces?
Como en tierra, la noche
manda en el mar.


*

Entre las olas
un pez baila su amor
por las esponjas.





Vida privada
Con algo hay que comparecer ante la muerte
.
César Fernández Moreno


Yo, que me he cuidado tanto
de no privarme nunca;
yo, que me he privado mucho
de no cuidarme nada;
yo, que poco me he cuidado
de casi no privarme;
yo, que prívome la cuida
de no pintarme tanto;
yo, que cuídome la pinta
de nada que me prive;
yo, que píntome tan solo
de cuidarme en lo privado;
yo, que soledades cuido
en la privacidad de la pintura;
yo, que pinto la soltera nada
que se priva de cuidar.


Fabla viril


Pasolini me ha hecho leer y yo lo quiero
como al padre que nos señalaba la página perfecta
los canales venecianos y el capitel corintio
la belleza de la rama de glicinas
que cae sobre el muro y evocamos
una mañana neblinosa al ir a clase
sin saber la lección
las manos ateridas y los pies mudos
sobre las baldosas húmedas, desparejas.
Me hace leer Pasolini esa página
y yo le agradezco en silencio
acompañado por su sombra
y su mirada de padre que no quiso
ser patrón pero voló por olímpicas alturas.
Me contagia un ensalmo envolvente, cálido,
para soportar el recuerdo
de aquellas mañanas impiadosas
y los atardeceres turbios
de regreso a la casa del amor arrinconado.
Y Pasolini no estaba todavía
para decirme: muchacho,
esto pasará, ya tendrás
tus horas de sueño y de vigilia ensoñada
para restañar las heridas,
aguanta el invierno de la infancia,
yo te miro y a mi modo te cuido,
y aunque no lo dijera aún
yo oía su voz en otras bocas,
en el aire adverso
se abría un canal amistoso
con un guiño celeste
a la altura de mis párpados
y del desconsuelo que sólo olvidaba
al cruzar la calle
para escuchar el piano que me devolvía
una paz ignorada,
rescoldo que siento en mi pecho
tantos años después.



Homo digitalis

...el cuerpo es el lugar de la soledad.

Cristina Peri Rossi

Experimenta con su cuerpo
las sospechas del mundo:
el deseo es una ley
que no puede cumplirse
bajo las prerrogativas
del amor.
De sal es el espejo
que se quiebra
ante la mirada
del deseante.
El deseado no existe
con forma humana
distinta del deseante.
El principio de identidad
anula el efecto de la acción
que no alcanza
el carácter transitivo
(el ego es una materia inflamable
que se consume
sin dejar rastros).
Desea el que no obra
para engendrar la peste.
Ya no desea
el que experimenta
con su cuerpo
la soledad del mundo.
El deseo es una ley
que no puede cumplirse
contra las prerrogativas
del amor.


Inéditos


Raúl O. Artola


Raúl Orlando Artola nació en Las Flores, provincia de Buenos Aires, en 1947. Vive en Viedma, Río Negro, desde 1975. Es periodista, escritor, docente y editor. Ha publicado en poesía Antes que nada (Fondo Editorial Rionegrino-EUDEBA, 1987), que recibió el segundo premio literario regional de la Secretaría de Cultura de la Nación (1985-88); Aguas de socorro (Ultimo Reino, 1993), segundo premio del Concurso Patagónico de Poesía 1992, organizado por la Fundación Banco Provincia de Neuquén y la Secretaría de Cultura de esa provincia, y Croquis de un tatami (Asociación Madres de Plaza de Mayo, 2002, 1ra. ed., y por El Camarote la segunda, 2005). En agosto de 2010 apareció su cuarto libro de poesía, teclados, con el sello el suri porfiado, y en diciembre de 2014 Registros de hora prima, por La Carta de Oliver. La mirada corta, una antología poética seleccionada y prologada por la poeta y fotógrafa Silvia Castro, se publicó en 2017 por La Carta de Oliver. Abarca la producción 1976-2016. En narrativa, publicó El candidato y otros cuentos, por la Secretaría de Cultura del Chubut, 2006. El libro de cuentos La mujer ágrafa y otros infundios, que fue finalista en dos concursos nacionales: en 2012 en el de la Fundación “Victoria Ocampo” y en 2013 el “Eugenio Cambaceres”, organizado por la Biblioteca Nacional, se publicó en 2018 por El Jinete Insomne ediciones. Una recopilación de textos periodísticos y ensayos se publicó con el título La periferia es nuestro centro. Apuntes sobre política, cultura, territorios y experiencias (Espacio Hudson, colección El Extremo Sur, 2011). Un trabajo de compilación de su autoría, Poesía/Río Negro, Antología Consultada y Comentada, que reúne a 23 autores rionegrinos mayores de 40 años, fue publicado en mayo de 2007 por el Fondo Editorial Rionegrino. La obra se completó con un segundo volumen cuyo título es Las nuevas generaciones, editado en 2015 por la Universidad Nacional de Río Negro y el Fondo Editorial Rionegrino, del que participaron 21 poetas de diversas ciudades y pueblos de la provincia.

sábado, abril 21, 2007

PAOLO ROSSI






No tengo ritos especiales sólo cuando siento la necesidad, entonces es lo mejor que puedo hacer para sentirme vivo. Escribo directamente en la computadora por lo tanto no termino de corregir nunca, de manera que cuando tengo ganas retomo y después modifico y escribo de nuevo y así siempre... las viejas versiones se pierden y restan las últimas. ¿Cuándo? Cuando tengo necesidad de estar conmigo, cuando el trabajo que hago no me gusta mucho, cuando estoy en un momento de meditación.




Como un mandato o como un cartel publicitario que cualquier obrero comunal decidió poner en un lugar para que yo lo viera. Como crear un fantasma que esperás salvar de alguna inundación. No sé nunca cómo irá a terminar y todas las veces que traté de imaginar algún final no lo logré. Porque las palabras salen casi fortuitamente, no soportan deberes ni prohibiciones y es una mezcla de cansancio y placer que cuando se produce, necesito estar ahí para contar una historia, aunque no sepa todavía cuál.

No lo supe siquiera la última vez. Esperé a que vinieran las palabras adecuadas, esas que valen sólo cuando hay un ritmo de modo que cuando percibo el momento justo me doy cuenta que no podrían ser distintas de como las escribí, hasta pareciera que otro la hubiese hecho por mí.

Y cuando finalmente se hace la luz que aparece como una lámpara de neón, la enciendo despacio para calentarla y ahí es cuando empiezo a ver, sólo después de un minuto, algo que es así porque se encendió con calma.





Sin embargo, el final querría que no existiese a pesar de todo el tiempo que esperé para que se ilumine el ambiente, es decir para darme cuenta que ya no me pertenece. Como si fuera un hijo que cuando es chico no puede arreglárselas solo pero que llegado el momento no ve la hora de salir y dejarte.

Se trata de superar una prohibición y darle un derecho a la historia que tal vez sin todo esto no existiría.


Corrijo, corrijo siempre, a veces me pierdo y pierdo las viejas versiones, pero como no tengo la intención de ganar ningún premio, por lo tanto, lo tomo como un divertimiento, como un intento de comunicación.

 No sé... pero es seguro que a veces leyendo o escuchando alguna historia me parece indispensable poner en relación algunos temas, por ejemplo: los muertos en el trabajo y las cigüeñas que en este período del año muchas personas miran mientras manejan su auto en un pueblo cercano a Pisa. Me parece importante observar las relaciones entre esas dos situaciones, los muertos que sólo por pocos días aparecen en las noticias y la indiferencia de la gente y su interés en cambio por los animales que en Italia no se ven habitualmente.

Pero es seguro que sólo el momento introspectivo y reflexivo es aquél que pone en movimiento el proceso "creativo", la necesidad de reencontrarse con la escritura.

En definitiva, escribo porque necesito expresarme. Por lo tanto, la escritura aparece casi como una urgencia, aunque al principio no sepa lo que voy a decir.


 

Poemas

 

La obligación es redonda

La obligación es redonda
el imperativo es circular
azul como la rotonda y blanca como la flecha que dice dónde estás andando
lo bello de la calle es que pagaste el medio la nafta el seguro y los impuestos nadie
puede echarte ni tampoco darte el permiso de parar o mirar la circulación de los otros y ver pasar las nubes
o simplemente eso y basta, esperando tiempos mejores aunque independientemente las cosas vayan como van
el cartel impone una distinción entre libertad y circulación entre obligación y estancamiento
el cartel te advierte que no existen peligros ignorados por la mayoría ya que todo
fue arriesgado todo ya sucedió y todo sucederá si le das tiempo suficiente a las estadísticas
de modo que si estás por partir
el cartel le confiere a la circulación ausencia de originalidad
señala eso que está por comprometerte… colas en la casilla cunetas y subidas obligación de doblar a la derecha, de regreso
no posee un atrás y da cualquier alternativa posible a un espacio y a un tiempo
más hacia adelante
no podés volver atrás como máximo podrás recorrer a lo largo viendo a los que vienen
en contra, el cartel no distingue los objetivos de las etapas
no podés pedir que te digan por dónde estás andando
te señala que a la derecha está el barrio Varigiano a la izquierda las Avenidas al Mar
y también que podría inundarse la calle
el cartel es difícil de respetar por su neutralidad
no ofrece al transeúnte ni privilegios ni honor ni el reconocimiento de una predestinación
quien quiera que seas por donde vayas el cartel dice que estás aquí ahora
que estarás envuelto en una encrucijada, darás la procedencia y serás culpable
el cartel comprende y describe todos los obstáculos posibles
todos los peligros, la intemperie y hasta probables calamidades
una sola real infracción… la lentitud
el resto es obligación -cadenas montadas!- o prescripciones- sentido prohibido
el cartel callejero es un remedio
el cartel callejero es un remedio verdadero para la media incapacidad del pensamiento y para la sordidez que logra
es una idea circular y una dirección hacia adelante
un ritmo sincopado y desigual que excluye la repetición
y porque a nadie le es concedido repetir la performance
no puede existir una jerarquía un ceremonial de llegada una medalla de oro
un antes ni un después
solo el durante

en la circulación callejera la manada se mueve dejando a quien tiene necesidad, la idea de poseer una situación avanzada un status distinto la posición exclusiva en un rebaño especial la camiseta del número uno que cada cual siente que tiene derecho a usar y que acepta y deroga las reglas

en la circulación callejera la manada se mueve
el cartel se reserva el derecho de decretar las procedencias
el cartel invalida todos los gestos con los cuales se puede dar -de parados- un provisorio barniz de civilización
a la danza de la supremacía
a las mentiras
a la fuga [RT1] hacia adelante
a la meta-circulación
a la política
a ella que no sabe quién soy
a la realidad virtual

 



El cumpleaños ha sido anunciado

El cumpleaños ha sido anunciado
por los diarios… por la prensa… por los libros
por las misas… por las velas encendidas… por las plegarias de los fieles…
por las banderas flameando en la plaza san pedro… por las familias
para la ocasión los cocineros del vaticano están preparando la torta más grande
de la historia cristiana
una porción para todos los fieles es la orden
y el domingo el más devoto en vez del cuerpo de cristo
comerá el cuerpo del papa se diría preparado para esto
una porción de torta para todos en un plato de papel
tomá y comé que esto es el cuerpo del papa… es la fiesta del papa
que la torta la saben hacer muy bien en Alemania
porque saben hacer sólo lo bueno y cuando vienen a Italia se comen los spaghetti
y no piensan en otra cosa que comer porque allá no la pasan nada bien
con esas cosas… en cambio las tortas sí que las saben hacer

para la ocasión festejaré con algo salado como hacen los alemanes
cuando bajan a Italia con los pájaros migratorios
dejando mi porción de torta
para aquellos que durante meses hicieron la cola.

 

 


Intento del cuerpo...

Intento del cuerpo y ser ahora
sin un antes ni después y sin un adelante ni atrás
ser ahora
pero el cuerpo además conserva un antes y anticipa un después en
las delicadas cicatrices y en los pliegues
que quedan
las manos recuerdan todavía otros momentos que han acariciado y no sirven
jabones ni detergentes para borrar aquellas marcas ni tampoco esos colores
que aún restan de esas huellas en la piel
y que son indelebles e invisibles
para quien sepa mirar sin un test o exámenes que habiliten
esta vez sin puntos que quitar
si no lo superás aquel examen tal vez te cambie en algo sin que nadie se dé cuenta
si no sabe reconocer esas señales
intento del cuerpo es el presente singular que a veces vuelve
terribles momentos del plural sólo para olvidarte de vos mismo
algunos son obligaciones que giran mientras que los imperativos
son ir hacia adelante
siempre
ir hacia adelante sin parar
claros como las estrías del vientre y las ondas al sentarse
pero también imperceptibles como las manchas del sol en la piel durante
el verano del 73’ ocultos ahora bajo la camisa
no son prohibiciones ni deberes
es una historia, que cubre el cuerpo.

***


Pero la única cosa que logro decir


pero la única cosa que logro decir es que la acompaño a su casa
y ella me dice que puedo hacerlo que le gusta si yo lo deseo y caminamos
por la calle bordeando el canal donde con la luz encendida también mi padre
se pone a pescar las anguilas… a esta hora no hay nadie dando vueltas por aquí…
llegamos al puente de Pisa volviendo a recorrer la calle… el agua oscura
que baja lentamente del lago refleja las luces de las ventanas…
y para mirar hacia el mar nos detenemos por un minuto sobre el puente…
chau Antonio… me dice… apenas bajó, llegó… vive justo ahí María…
chau María le digo… y vuelvo a casa seguro como
nunca me había pasado.

Inéditos

 

Paolo Rossi

 

(Versión: Rita Kratsman)

 

He nacido el 19 de agosto... seguramente como Nanni Moretti… he estudiado Literatura italiana Moderna y Contemporánea y escribí una tesis de licenciatura sobre la literatura obrera. Trabajé como docente en Bérgamo una ciudad del norte, pero como ese trabajo no iba a poder llevarlo a cabo durante todo el año hice una especialización en cálculo automático, de modo que entré a trabajar en grandes empresas de control en Milano, Sassari y Roma.

Actualmente soy director de una estructura pública cerca de Pisa. Trabajo en esa ciudad (Peccioli, cerca de Pisa) pero vivo en Viareggio (Lucca).

Edité hasta ahora Racconti della distanza (narrativa).






l'obbligo è tondo
l'imperativo è circolare
blu come una rotonda e bianco come la freccia che dice dove stai andando
il bello della strada è che se hai pagato il mezzo la benzina l'assicurazione e le imposte nessuno può mandarti via e può anche esserci il permesso di sostare a guardare la circolazione degli altri
e guardare le nuvole passare
e guardare e basta aspettando tempi migliori che le cose vanno come vanno indipendentemente
il cartello impone un distinguo tra libertà e circolazione tra obbligo e stasi
il cartello ti avverte che non esistono pericoli ignoti al più generici e fissi ma tutto e già stato rischiato tutto è accaduto e tutto accadrà se dai tempo sufficiente alle statistiche
e sei in partita
il cartello consegna alla circolazione la sua mancanza d'originalità
segnala ciò che sta per compromettert... code al casello cunette e dossi obbligo di svolta a destra tornanti
non possiede un didietro e consegna qualsiasi possibile alternativa ad uno spazio ed a un tempo più avanti
indietro non tornerai al massimo potrai percorrere a lungo opposti davanti
il cartello non distingue gli obiettivi dalle tappe
non puoi chiedere se non a te stesso dove stai andando
ti segnala che a destra c'è il quartiere Varignano a sinistra i Viali a Mare e che potrebbe anche allagarsi la strada
il cartello stradale è così difficile da rispettare per la sua neutralità
non ha da offrire al passante né privilegi né onore né il riconoscimento di una predestinazione
chiunque tu sia dovunque tu vada il cartello dice che sei qui adesso
che sarai coinvolto in un incrocio darai la precedenza o sarai colpevole
il cartello stradale comprende e descrive tutti gli ostacoli possibili
tutti i pericoli, le intemperie e persino possibili calamità
una sola realistica contromisura... la lentezza
il resto è obbligo - catene montate! - o prescrizione - senso vietato
il cartello stradale è un rimedio
il cartello stradale è un realistico rimedio alla media incapacità di pensiero e allo squallore che ne consegue
c'è un’idea circolare ed una direzione avanti
un ritmo sincopato e disuguale che esclude la ripetitività
e poiché a nessuno è consentito di ripetere la performance
non può esistere una gerarchia un cerimoniale d’arrivo una medaglia d’oro
un prima e un dopo
solo il durante

nella circolazione stradale il branco si muove lasciando a chi ne ha bisogno l’idea di possedere una situazione avanzata uno status distinto la posizione esclusiva in un branco speciale la maglia del numero uno che ognuno si sente il diritto di indossare e che consente deroga alle regole

nella circolazione stradale il branco si muove
il cartello riserva a se il diritto di decretare le precedenze
il cartello abolisce tutti i gesti con i quali si può dare - da fermi - una provvisoria vernice di civiltà alla danza della supremazia
alle menzogne
alle fughe in avanti
alla meta circolazione
alla politica
al lei non sa chi sono io
alla realtà virtuale





il compleanno è stato annunciato

 

il compleanno è stato annunciato
dai giornali... dalla stampa... dai libri...
dalle messe... dalle candele accese.... dalle preghiere dei fedeli...
dalle bandiere sventolate in piazza san pietro... dalle famiglie...
per l'occasione i cuochi vaticanensi stanno preparando la più grande la torta della storia cristiana
un pezzo di torta per tutti i fedeli è il comando
e la domenica i più devoti mangeranno invece del corpo di cristo il corpo del papa
che è in forma quel corpo e saporito...
nelle stanze a studiare sui libri e poi a mangiare buoni pasti
nelle stanze a leggere alla luce del sole e alla luce artificiale quando si fa buio... fino a perdere gli occhi...
mai niente di serio però che possa guastarlo quel corpo...
allevato per questo si direbbe...

una fettina di torta per tutti su un piatto di carta
prendete e mangiate questo è il corpo del papa... è la festa del papa...
che le sanno fare bene le torte in germania... che sanno fare solo quello di buono e quando vengono in italia se li mangiano gli spaghetti... e non pensano ad altro che a mangiare e a bere che dalle loro parti non se la passano mica bene con quelle cose lì... ma con le torte ci sanno fare

per l'occasione festeggerò col salato come fanno i tedeschi quando scendono con gli uccelli migratori in italia... lasciando il mio pezzo a quelli che si sono messi in coda


scopo del corpo


scopo del corpo è esserci ora
senza prima e senza dopo senza un davanti e senza un didietro
esserci ora
ma il corpo conserva un prima e anticipa un dopo anche solo nelle delicate cicatrici o smagliature che conserva
non ci sono cosmetici che servano a nasconderle le cicatrici e le piaghe che restano
le mani rammentano ancora altri momenti che hanno accarezzato e non servono saponi e detergenti per cancellarli quei segni e quelle cicatrici e quei colori che ancora lasciano dei segni sulla pelle
indelebili ed invisibili ci sono
per chi sappia guardare
senza test o esami abilitanti stavolta e senza punti da togliere
se non lo superi quell'esame cambia qualcosa per te ma nessuno magari se ne accorge se non li sa riconoscere quei segnali
scopo del corpo è il presente singolare che a volte rinviene terribili attimi di plurale solo per dimenticare se stesso
alcuni sono obblighi circolari mentre gli imperativi sono andare avanti
sempre
andare avanti senza fermarsi
chiari come le smagliature del ventre e del sedere e impercettibili come le macchie della pelle del sole preso nell'estate del '73 ma nascosti sotto la camicia
non sono divieti o obblighi è una storia quella che indossa il corpo


ma l’unica cosa che riesco a dire 

ma l’unica cosa che riesco a dire è che
El’accompagno volentieri a casa e lei mi dice che posso farlo che le fa piacere se voglio farlo e facciamo la strada che costeggia il canale dove d’inverno con il lume acceso anche mio padre si mette a pescare le anguille… a quest’ora non c’è nessuno in giro da quelle parti… arriviamo sul ponte di Pisa rifacendo la strada che abbiamo fatto prima… l’acqua scura che scende lentamente dal lago riflette le luci delle finestre… e per guardare verso il mare ci fermiamo qualche minuto sul ponte… ciao Antonio… mi dice… appena scesa è arrivata… abita proprio lì la Maria… ciao Maria le dico… e me ne torno a casa sicuro come non mi era mai successo

Paolo Rossi

 

Inediti



martes, abril 17, 2007

JUAN CARLOS MOISÉS


Desde la aparición de la computadora, los ritos en torno a la escritura me fueron abandonando. Escribo en cualquier momento, en cualquier lugar, sobre cualquier soporte. A veces, mientras camino por los alrededores del pueblo, aparecen palabras, se me ocurren ideas, vuelvo a casa y arranco con un texto. A todo lo que escribo lo dejo descansar un tiempo prudente. El momento de volver a ese material ocurre por pulsión, como el de la escritura. El trabajo de poda y corrección siempre lo hago en la computadora. Me puede llevar meses, años. Soy un escritor lento.
El comienzo de un poema nunca obedece a un plan. Ocurre, simplemente. Y aunque ocurra de manera espontánea, la escritura comenzó mucho tiempo antes, con la sola “atención”. El plan puede o no venir después. El plan puede contemplar una idea de poema y también de libro, que tomarán forma durante la escritura, gracias a la escritura. Las ideas en poesía no se conciben sino con palabras. La única manera es pensar el poema con el poema, a medida que se va escribiendo.
La corrección de un texto es la escritura misma.
Un poema se impone de muchas maneras. Porque es parte de la experiencia. Porque a la materia escrita se la siente viva y tiene futuro de poema. Y sobre todo, porque las palabras, algunas palabras reunidas de determinada manera, adquieren el sentido de realidad que necesita la poesía.




Poemas



GUIA PARA VISITANTES

Bienvenidos al Museo de varias artes. Se sugiere que tengan la precaución de entrar arropados, porque el otoño se acerca y el invierno espera con el deseo de hacer lo suyo. El espacio a disposición tiene límites naturales pero el horario de atención no se interrumpe. Pueden permanecer el tiempo que crean conveniente. Horas, días, semanas, meses. Pueden entrar a la mañana (la mañana que se transforma en un objeto bajo la mirada), a la tarde y a la noche (otros objetos que tienen su atributo). De modo que, con la inquietud que eventualmente los acompañe, pueden ubicarse con comodidad entre la luz del día que comienza y la penumbra de la noche que se borra. De hecho, pueden quedarse y no quedarse mirando lo que nace tantas veces y se modifica, después, más allá de los ojos. Es posible que fuera de la mirada se pueda estar más ausente de sí, más abarcativo, más impersonal y presente, para comenzar a formar parte de los objetos que se perciban.


EL DAMASCO


Antes de que ocurriera
yo no sabía nada.

Raúl Gustavo Aguirre

(“Señales de vida”)

En estos primeros días de otoño
el damasco sigue siendo un damasco,
flaco de aspecto pero fiel
a su carácter,
con unas pocas hojas
aferradas de las uñitas
que demoran el desprendimiento.
Da una especie de lástima.
Si lo comparamos con el plano
de la pared del fondo,
con los ladrillos parejos
quema-dos a fuego, chamuscados,
superpuestos en hilera rigurosa,
esas ramas desiguales modifican
las cosas dispuestas de antemano,
lo uno y lo otro, el fondo y el objeto
de lo que enfoca la mirada.
La perrita, que llamamos Nube
por las manchas claras de color
en su pelo, no es parte del damasco
pero se involucra como si lo fuera,
y hasta se diría que espera el clic
que no espera el damasco
de quien lo mira.
Nubes siguen siendo también
las que miran desde arriba,
prendidas a lo que trepa.
Las ramas se desprenden
de los gajos
como si quisieran ser parte
de otro árbol, pero no tardan en volver
para poner las cosas otra vez en su lugar:
la rama, donde hubo rama,
la hoja, donde hubo hoja.
Árbol movedizo por donde se lo mire,
nunca es el mismo.
Su forma es informal, para decirlo
de otro modo.
El movimiento
engaña en su dirección,
las ramas insinúan que se tuercen
cada una para su lado.
Creemos que la estructura va a desmembrarse
y que después de un instante
nos quedaremos sin árbol ante los ojos.
Esto no es así, el damasco produce
una especie de pataleo impreciso,
un fluir de ramas gruesas y delgadas,
y poco importa en verdad
al cabo de un momento
la magnitud del camino,
ancho o angosto, recto o sinuoso,
porque la forma se las arregla
para descartar lo que parece
y quedarse con lo que es.
Si miramos tras los racimos
de hojas, se deja ver el cuerpo,
las costillas del condenado.
Quedó indefenso, pero no dudó
cuando la oleada de humo
de la fogata de hojas secas
que se elevaba en el patio del vecino
hizo un giro en remolino
y lo envolvió, ni le hizo mella
que en un momento de confusión
se hiciera lo que parecía
la noche anticipada.
La noción de tiempo
es a nosotros que confunde.
Todo pasó y el desafío del árbol
provoca una nueva irrupción
de la realidad en los sentidos.
Que asimismo los sentidos
son provocativos con la realidad
es lo que incomoda, pero no al damasco.
El énfasis de su aspecto
se presta a una definición incierta.
Llama la atención por lo que calla
y rehúye, pero sin bajar los brazos.
Marca su territorio con sólo estirar
el pescuezo; de animal tiene lo suyo
como nosotros de árbol.
Su trazo es delgado y es vago como el vuelo
de una mariposa con las alas asimétricas
que no encuentra el rumbo ni acierta
con el ritmo de su desplazamiento.
Algo desentendido hay allá arriba
que produce entredichos.
Un color último se manifiesta
en diversos tonos que se extravían
y no tienen continuidad,
pero aun lo breve se debate
con crispada tensión.
El efecto de la luz en esa variedad
de detalles descompone la forma
y los espacios ocupados hacen olvidar
los vacíos que envuelven al árbol.
Miramos dramáticamente,
obligados como estamos a definir
esa cosa viva llena de padecimiento.
Y mientras una rama se ha desnudado
toda a lo largo, otra permanece unida
a sus hojas, distraída,
ajena a las modificaciones
que se van sucediendo sin que nada
podamos hacer para alterar
el libreto de su tragedia.
Salvo que como el gato
tuviera seis vidas más para arriesgar
en un juego que, lo sabe,
no tiene los naipes marcados.
No es comedia, como quisiéramos.
El caso es que lo sabemos,
como sabemos que nuestras manos
son incapaces de resolver
el cálculo de posibilidades
de un destino inseguro.
Apenas somos mirada y voluntad
para las intenciones que calla.
Lo mínimo fluye ahora,
mientras vamos apresando
al damasco que hay en el damasco,
como un modelo bajo la pincelada
que tantea el vacío.
No hay manera de escaparle
a las definiciones.
Por lo bajo el árbol se ríe
de lo que pienso de él,
porque sabe quién soy,
y el crédito que no me da
es la duda que ahora le devuelvo.
Nunca está todo dicho, aun
entre viejos amigos
que en medio de la verdad
se quieren y necesitan sin condiciones,
porque uno justifica al otro
y la diferencia lo complementa.
El damasco no es lo que fue
ni es lo que será,
y todo eso, sin embargo, es
un continuo que no pifia
pero engatusa.
Mirándolo me miro a la cara
para interrogarme, para saber
si es posible un pensamiento
sin abolladuras.
Siento, luego pienso, es
lo que digo, lo que creo que digo,
o lo que debería decir.
Estoy dispuesto a caer en su trampa.
De tanto mirarlo vemos que muestra,
esquivo y mordaz, lo más obvio y conocido.
No porque esquive las preguntas
se presta a una confusión inútil.
Su certeza puede más
que nuestra desconfianza.
El árbol no quiere darse
por enterado de lo que silbo.
Pronto mi cuerpo se abatata en el encuentro.
Si aflojar las piernas
fuera algo más que una ilusión,
le haría bien caminar
un poco por ahí, como nosotros;
tanta tierra por delante
lo mantendría ocupado
y no se pondría a pensar
en problemas de difícil solución.
Por momentos se me hace
que anda
con el cuchillo bajo el poncho,
como si nadie lo supiera.
Lo que todavía no sabemos
es cómo se reparte
la muerte en su corazón
ni qué sentimiento bombea primero
al resto del diseño, porque semeja
vivir sin preocupación como una boca
sin palabras.
Eso que llamamos damasco
permanece en apariencia
cerrado, ensimismándose, ajeno
a lo que pasa.
Sin embargo, el otoño
se ha ensañado con el árbol
en este breve día de mayo.
Lo que se había elevado
cae sin peso, sin remordimiento.
Ahora esas hojas miran desde abajo.
Llega el frío y pueden imaginarlo:
cambia su aspecto pero no su orgullo.
De pie y a menos de dos metros
de distancia, busco mis manos al final
de mis brazos abiertos.
La vecindad me devuelve
restos del verano: pétalos oscuros,
hojas secas, carozos descarnados,
macerados por acumulación.
Hasta no hace mucho el damasco despedía
aromas fragantes, y ahora,
cuando una ráfaga anticipa la lluvia,
se dobla con un quejido.
Los arrebatos del viento lo modifican
previendo un final.
Los ojos que miran
se adelantan en el dolor.
Esos golpes bruscos lo deshojan casi
completamente, la humedad que lo cubre
queda a la vista, oscurecida,
pero la luz ha surgido
de algunas hojas como un cosquilleo
que despierta la curiosidad
de quien se ve envuelto en su misma red.
Las hojas que se volvieron negras
tiran de las más claras;
saturada está la base, el tronco
donde nace, y fragmentaria su copa,
su parte de cielo que se mueve en abanico,
sin quejarse pero con chuchos.
Nos olvidamos de aquel aspecto
y la atención nos lleva
a la parte superior
donde las formas precarias
dibujan nuestro acertijo.
Las hojas de arriba se pierden primero,
algunas comienzan a mostrar agujeros
como si la materia tendiera a romperse
por tensión de sus partes individuales;
muestran perforaciones con signos
evidentes de que tarde o temprano
algo se degrada,
a la vez que otras pocas hojas permanecen
indiferentes, ajenas a cualquier posible
modificación, y esto es engaño
también, y es astucia.
Lo inevitable
termina por suceder.
¿Pero qué es lo inevitable?
¿Es ir de lleno hacia la nada
sin recorrer el camino?
Buscamos alguna posibilidad
para el damasco mientras padecemos
un estremecimiento: el árbol
reflejado en nuestros actos.
La única esperanza es que todas
las respuestas puedan ser saciadas
no bien trasp-ues-to el invierno.
¿Pero qué es todas?
¿Y cuáles las respuestas?
En nuestra duda se hace fuerte el damasco.
Piel de gallina en nuestros brazos;
es el frío del invierno anticipado
que hace el efecto por sorpresa.
La forma se desnuda; inocencia
es lo que no puede esconder.
El damasco también está hecho
de palabras, y las palabras
de tiempo.
Todo eso sigue ahí, cerca,
en el jardín, próximo a la ventana
mostrando las hilachas.
Hilachas, no pinceladas.
Podría pasar por una acuarela;
recuerda a las acuarelas
de Pompei Romanov, un artista ruso
y ‘real’ que supo vivir sus últimos años
pintando como un impresionista
tardío en medio de las chacras,
árboles, pastos, aguadas,
de esta tierra perdida.
También podría ser un dibujo
con unas rayas hechas a cuchillo
en el papel, tiradas a ciegas para hacer
notar el efecto de la casualidad
antes que de la furia.
Pero no es casual ni hay abstracción
en su lucha personal, osada y pendenciera.
Es una nueva posibilidad
para el damasco.
No sé
si esos intentos lo tranquilizan
o lo ilusionan; lo que conmueve
es la audacia de su naturaleza.
Y si lo real es posible en esa forma
que asume su revés, podremos glosar
pantomimas antes que palabras
sin que le haga mella
el resultado.
Imitarlo, parodiarlo, padecerlo
o reírnos con él de lo que somos.
Contar su historia en la nuestra
y la nuestra en la de él.
Ser eso de lo que hablamos.
Cada posibilidad se suma para que avance
la idea sobre la cosa, la envoltura
o la falta de ella,
en esa humanidad increpada.
Vuelve a hacer lo suyo la memoria
por un instante: pienso en los frutos
que dio en el verano
contra los cuales se ensañaron
los pájaros cada mañana,
en especial chingolos y zorzales.
Aquellos frutos, dulces y jugosos,
tuvieron su momento;
las huellas de esa violencia
puede verse en unos pocos
carozos acribillados que todavía cuelgan,
secos, aferrados a las ramas.
Lo que salvamos
se encuentra en la despensa:
unos frascos de mermelada
que hicimos cocinando
la pulpa azucarada a fuego lento
sobre la hornalla y revolviendo
con la cuchara de madera
hasta el punto que indicaba la receta
casera que nos dio mi abuela María
en su cocina de la chacra
cuando la visitamos el último verano
mientras nos hablaba
de su infancia española.
No le temblaban las manos curtidas
cuando refirió detalles de su padre
deportado por causas políticas
a España, en el 35.
De estas cosas también se hace un árbol.
Lo que fue en el damasco
vuelve a ser un desafío sin condiciones,
lejos de un aire veraniego
que sigue en contacto
con el paladar y la lengua.
No hay acto fallido para los sentidos.
Muchas cosas se han ido sumando:
la tierra oscura, las hojas alrededor,
opacas y dispersas, y una vereda,
a su derecha, que refleja una parte
de cielo.
Reflejo de reflejos,
así vamos de cabeza hacia el árbol real.
Sólo en lo alto de esas ramitas
desgraciadas la luz permanece
apiadándose por un momento.
La oscuridad empareja las formas,
las últimas hojas comienzan a definirse
con gruesa imprecisión.
El damasco se hunde en la noche
como si se alejara de nosotros;
diría que nos arrastra con él.
Raro: ninguna queja en el dolor.
Nos tiene agarrados.
Es un escarmiento moral
para los que esperamos algo
de las palabras.
Sabemos que todavía permanece
porque un contorno sugerido,
un arco leve se curva de arriba abajo.
Un pedazo de copa, de rama separada
y de hojas solas se desdibujan en el cielo
donde hay menos oscuridad que al ras
de la tierra, donde de algún modo
la realidad se ha ido
o se ha borrado; sólo
por el movimiento de esas hojas
-que pudieran ser otra cosa-
sabemos que algo todavía queda.
Lo que muere se resiste un poco,
nada más, y el damasco, el pequeño
frutal plantado en los fondos
del patio, dice y no dice
que no quiere saber nada con la nada.


De, Museo de varias artes



Me gusta escribir poesía de objetos, animales, sueños, personas. A veces, cuando puedo, escribo poesía con objetos, animales, sueños, personas. Por lo pronto, hago mía aquella frase conocida: ¡Poetas, a las cosas y a las personas!
Ahora bien, los poemas no se dejan escribir de un tirón. Los poemas, o eso que todavía no son. Sus partes no se encuentran, se distancian, se confunden, esperan impacientes, buscan su lugar y su momento. Ni cual-quier lugar ni cualquier momento. Mi pueblo natal, las orillas del río Senguer, la chacra de abuela María, los caminos secundarios. Generosamente, a la mañana temprano; a la hora del mate de la tarde; o a la noche, bajo las estrellas. El resultado de la escritura es diverso, y lo diverso ayuda a lo propio, como si fuera otro el que tomara mi mano y dibujara las palabras del poema, esos ideogramas.
Este libro fue, en su momento, no menos de cuatro libros, cada uno con su biografía. Ahora es uno solo, pero no habría sido ni siquiera uno si, por inconformismo o por piedad, hubiera seguido entusiasmado con la poda de poemas hasta el final.
En consecuencia, se puede advertir que los poemas que sobrevivieron están escritos en una y en otra dirección, en cuyo caso podría deducirse que, en conjunto, están escritos en ninguna dirección, como si esas fuerzas se anularan, lo cual quizás sea tan cierto como deseable. Aunque no son precisamente escritos negados. Anegados pudieran ser, cuando las aguas de la poesía desbordan los límites del papel y avanzan sobre objetos, animales, sueños, personas y lo demás.


CAJA DE PANDORA


Una poesía de propuestas
o una poesía de poesía,
una poesía de filiaciones
o una mirada destructiva sobre las lilas blancas,
un cielo sin ángeles
o un revólver frío como la noche,
una poesía sin palabras
o una poesía de dientes de ajo,
una poesía de respuestas
o una poesía de personas,
una nube pasajera bajo las constelaciones
o un viento del sur,
una escritura automática
o una lapicera clavada en el cuerpo de tu enemigo.

EL QUERIDO

Según el último censo
nacional,
mi pueblito, el querido,
el natal, tiene más o menos la misma
cantidad de habitantes
que cuarenta años atrás;
eso porque no contaron árboles,
sueños, pajaritos, nubes, aguaceros,
todo lo que respira
y queda para siempre.


AUTORRETRATO


No he descubierto aún
qué clase de tipo soy,
mucho buscar y saltar
como el saltamontes,
de ojos chiquitos y bigotes chamuscados,
quise usar la cabeza y usé los pies,
hablé demasiado,
nunca aprendí a cantar.


HAY UNAS CUANTAS PALABRAS


Hay unas cuantas palabras
que quisiera reunir.
Haciendo cálculos
creo que me llevaría
toda una vida reunirlas.
Les debo ese poema.

INTERCAMBIOS ESPONTANEOS
El caballo con una pata de mesa,
la mesa con una pata de caballo.
Festejamos esos entreveros,
porque en todos nuestros intercambios
nos hemos quedado vos
con uno de mis pies,
yo con una de tus manos.


PALABRAS Y GROSELLAS

Las palabras no dicen
nada
o dicen muy poco,
no son consistentes,
sólo llenan espacios en blanco,
buscan repercusión en sí mismas
cuando no son el sí mismo
de formas graciosas, groseras,
grosellas
me encuentran, me atrapan
del cuello y cubren
toda mi boca
hasta colmarla
(grosellas maduras).


RAMA SUSPENDIDA EN EL AIRE

Como rama
suspendida en el aire,
separado de lo que sucede,
me dejo estar:
ni un paso adelante
ni uno atrás,
no miro a ninguna parte,
no hago decididamente nada.
¿Para qué?
Desafío
a lo que se agita alrededor.


LA VERDAD

La vaca parada
en el lomo del pajarito
me toma una fotografía
mientras miro al pajarito
que apenas resiste
el peso de la vaca,
como el actor que hace
de su personaje la verdad
y de la verdad
un lugar inestable.


MEDIDAS IMPRECISAS

Está bien, dos más dos es cuatro,
pero querer a alguien es cinco,
seis, tal vez siete.
Oír el verano, oler la noche,
no tienen medidas precisas.
Se puede ser bueno o malo,
ambas cosas o ninguna,
sin que manzanas se vuelvan peras.
Los afectos no se suman,
los defectos no se restan.
Las nubes no abren juicios sobre las personas.


A VECES SE DEJA EL CUERPO

A veces se deja el cuerpo
tirado lejos
y se camina en sueños.
El cuerpo tarda en regresar.


RECUERDO ES OLVIDO

Recuerdo es olvido,
hablar es callar, no sé
si dije lo cierto,
mentira es certeza,
sólo en la poesía creo.


MI ANTEPASADO FUE UN MEMBRILLO

Mi antepasado fue un membrillo,
germinaciones espontáneas
dieron conmigo.
Si me dieran la opción
no elegiría un zapallo
como futura herencia.
La exigencia mínima
sería un conejo.


MUERTOS AMADOS

Testarudos, no por ciegos,
estos muertos amados
siguen buscando aventura;
con la lengua amortajada
y seca parecen decir:
hay que ir y hundirse en la tierra
de cabeza, abrir grietas, no parar
nunca.


EL TIEMPO ES UNA TORTUGA TESTARUDA

El tiempo es una tortuga testaruda
que no vuelve atrás;
buscamos la manera de convencerla
o con palabras sutiles intentamos engañarla,
le hacemos pasar gato por liebre,
liebre por conejo,
y la tortuga porfiada
con los ojos puestos en el infinito
sigue adelante sin chistar.
Tengamos cuidado cuando nos llamen
a la mesa de las celebraciones,
el menú inesperado pudiera ser
sopa de tortuga.


LA LISTA DE LAS COMPRAS

‘Mi amor, la alegría de oír abrazados,
en el amanecer todavía oscuro,
a los primeros teros
después del largo
y no muy amistoso invierno.’
No te imaginás, dice mi mujer,
la cara que puso el chico del mercado
cuando descubrió por azar
las palabras escritas al dorso
de la lista de las compras
que le alcancé sobre el exhibidor
de las carnes frescas del día;
y la mía, dice ella, mi cara de no saber
qué decir en medio de la ansiedad
de los clientes, cuando me devolvió
el papelito confesando sin pudor
que le gustaban los poemas de amor.
Qué iba yo a pensar, cuando el barullo
de los teros nos despertó en la mañana
y con el apuro fui a escribir a ciegas
en el primer papelito que encontré
sobre la mesa, que el entusiasmo
de ese acto mínimo y fugaz
por la retirada del invierno
iba a tener tan rápido como canta el gallo
el consuelo involuntario de un lector
enamorado.


AGITAR EL ÁRBOL

Matamos un pájaro,
creo que era un zorzal;
su caída se detuvo a tiempo
cuando su cuerpo con las alas
quebradas se encajó
en unas ramas del damasco;
horas después seguía pareciendo
una fotografía captada
en la mitad del vuelo.
No sabíamos en qué momento
iba a desprenderse de las hojas
para completar la caída.
¿Y si cayendo nos arrastraba con él?
Nadie se decidía a agitar el árbol.


VIENTO DE LA NOCHE

Después del viento furioso de la noche
no quedaron manzanas en el frutal,
cayeron al suelo, entre el pasto
y el yuyal que olvidamos cortar.
Las manzanas que levantamos a la mañana
fueron a parar al horno de la cocina
donde se asaron lentas y sin furia.
Esas manzanas son las mismas
que comimos en el almuerzo,
y nada, ni los bordes de la cáscara
chamuscada por el fuego
ni su sabor algo azucarado
por el licor que rociamos encima,
nos hizo recordar del viento de la noche
ni del fuerte abrazo que nos dimos
bajo las sábanas hasta dormirnos.


RAZONAMIENTOS

Y toda esa puesta en escena va y viene, porque
no podemos discernir el sitio: ¿dónde sucede lo real?
Fernando Kofman

1

¿En dónde reside el uso del huevo:
en el adentro o en el afuera?
En ambos, supongo; y si así fuera,
diferentes son las razones
como a simple vista es diferente
lo cóncavo de lo convexo.
Basta dar una mirada
al concierto de El Bosco,
que pintó a los músicos incómodos
un poco adentro y un poco afuera del huevo.
No sabemos si su intención
fue dar algún sentido a esa esfera
que le cuesta tenerse en pie,
salvo flotando en medio del agua
como tabla salvadora,
aunque también se puede pensar
que va a la deriva
por la ausencia de timón.
Para su mano de artista
no fue la primera preocupación
que los espectadores
fuésemos capaces de oír con la mirada
el ramillete de notas de una melodía.
A juzgar por el sentido común
-que a pesar de la apariencia
a El Bosco le calzaba al dedillo-,
podemos decir que el huevo inmenso
no es de animal conocido
y que los músicos están ocupando,
provisoriamente o para siempre,
el lugar que abandonó el pichón.


2

Los optimistas aseguran
que el “concierto en el huevo”
no ha llegado a su fin,
que los vapuleados instrumentos,
aunque desafinados, se siguen oyendo.
Al parecer, El Bosco pintó varias copias
porque no le salió de primera intención
o porque se entusiasmó
con las posibilidades del modelo.
Por la postura y la cara de los músicos
no pudo o no quiso disimular
lo divertido del concierto,
detalle que puso fuera
de toda discusión.


3

Si acomodáramos la retina a un solo propósito
y dejáramos de lado la minucia de los detalles,
podríamos arriesgar con tranquilidad
que una de las interpretaciones posibles
es que esos músicos entusiastas
han decidido volver
al lugar de donde nunca hubieran querido
salir: el útero materno.
Por eso se los ve sonrientes y simpáticos,
como chicos que no se preocupan
por saber cómo son las cosas en la realidad,
o bien porque lo saben y ese es el motivo
que los vuelve tan inocentes como despreocupados.
Recordemos que en el arca de Noé
había animales y no músicos,
y esto ya es un avance considerable
para pensar en un bote que navega
hacia algún lado, o hacia ninguno,
pero que lo simula en todo caso
para darle un sentido posible al concierto
que interpretamos sin partitura
cada día de nuestras vidas.


4

No sé; de lo que conozco
sin ir muy lejos de casa,
y dejando de lado los de pascua,
ricos, de chocolate, con sorpresas
y chucherías en su interior,
que de varios tamaños los hace
el arte de la repostería,
sin contar los huevos de dinosaurio
que se han encontrado
petrificados por el tiempo,
hay huevos fresquitos que son
más grandes que los de gallina,
de choique, por ejemplo,
como le decimos al ñandú.
Ahora bien, pese al esfuerzo
los huevos de choique-ñandú
no han logrado ser más grandes
que las mismas gallinas,
ni silbando desde adentro.
Las liebres no ponen huevos,
se salvaron.


5

Es cierto que a veces nos hace temblar
el efecto de las afirmaciones.
Por ahora estamos dispuestos a decir
sin malicia algunas verdades a medias,
mimetizados como estamos
con el tiempo que nos tocó vivir.
Cuando decimos que esto es bueno
y que esto otro no lo es
estamos dando una respuesta moral.
Decimos que amamos el mundo
pero eso no nos hace más buenos.
Tampoco es cuestión de ver
quién llega más lejos con la risa,
porque la angustia siempre
espera y no tiene dueño.
Vano, sin embargo, es esperar algo
de los cantos de sirena,
ni de las mismas sirenas;
Ulises no les dio ni la hora, y Homero,
por lo que sabemos, sordo no era
para ignorar de lo que hablaban.
No sé si me hace más humano
pero a mí me sigue gustando
como un acto adherido a las partes
oír desde la cama al gallo que canta
en el vecindario a la mañana.
Todo porque vivimos
en un huevo empollado por Dios.


LA CONSIGNA DE LAS FLORES SILVESTRES

Las cuatro estaciones:
Vivaldi, lo obvio.
El verano, el fugaz verano se va;
luz viva, de otoño, antes
de un tris, hiriendo, se va.
Llega, se demora el invierno,
el burlón, en lo que queda
a salvo del cuerpo.
Lo menos obvio:
la consigna de las flores silvestres
que permanecen erguidas.
(Si es por no torcer
el pulso que me retiene
en estas páginas
sólo dos cosas me he propuesto:
no dejar de escribir,
no confiar totalmente en las palabras.)
Primavera es lo que regresa
desde los pies.


ESTE RÍO ES COMO TU CUERPO

Este río es como tu cuerpo
aunque con otras propiedades.
De muy cerca, así, en la orilla,
te observo, te hablo, hundo
un pie en el agua
(incluso para decir muerde
pez uno de mis dedos);
como el río
tu cuerpo también ahora
toca, envuelve mi cuerpo.
para dar con la laguna prevista
en el diseño general.


OTROS VEINTE AÑOS

a Milton Jones

Y bueno, ya entraste;
los botines con barro dejan la marca,
la visita deja la marca, el invierno
deja la marca; después barremos, pasamos
el trapo húmedo, lo pasamos.
No será la última vez
que dejes una marca en el piso.
¿Unos mates, un vino tinto?
Nada, mates no, vino tampoco.
¿Un té, galés, inglés, en hebras, en saquito,
lo que sea? Ni un té, nada entonces;
¡qué clase de galenso, galés, eh galés, ah
una manzana!
Bueno, una manzana es algo.
Una manzana es algo más, no hay duda.
La edad no perdona nada, nadie perdona,
no perdonamos.
Mejor comamos unos bifes
a la plancha, vuelta y vuelta, jugosos.
Ahora sí el vino. ¿No? No querés
hablar de más, querés estar sobrio,
ver lo que pasa, no dar vuelta
la cara, no dejar que crezca
el bigote en la cara, que no
se te pegue la tristeza en la cara,
no querés tapar con la gorra la mano
ni tapar con la mano la cara,
querés tener los ojos bien
abiertos, la boca
en guardia.
Pasaron veinte años.
Volvamos a tener veinte años,
nada más, volvamos, volvámonos.
Creo que estoy hablando mucho; si estoy
hablando mucho avisame,
tenés que avisarme
antes de que pasen otros veinte años.


ESCENAS

Un zorzal que salta bajo la lluvia
en el jardín y hábilmente picotea
la tierra en busca de lombrices
que suben hasta la humedad
de la superficie es, en parte,
la realidad de este día.
Deberíamos agregar, en segundo plano,
tras la intimidad de la ventana,
la otra escena dramática del poema:
el actuar de unos ojos sin tregua
buscando a su presa
entre los detalles del día.


INUNDACION

El amor debe estar preparado
para cambiar sus modos
y adaptarse a lo nuevo
que viene de nosotros, con nosotros,
dice mi mujer, desperezándose.
Y cuando descorre la cortina
el sol de la mañana entra de lleno,
se abre paso y nos alcanza.
¿Esto es lo nuevo de lo que hablabas,
la luz desmemoriada volviendo al comienzo?
La respuesta la da el lago mojando
nuestros pies, al pie de la cama,
hasta inundar las habitaciones de la casa
donde apenas se divisa la otra orilla,
los cerros desdibujados al fondo.
Y bien, debemos comenzar un nuevo día,
dice muy tranquila mi mujer.
Ahá, le digo, incapaz de decir nada coherente,
las palabras flotando en la lengua,
la casa nadando en el agua.
Aprendámoslo todo de nuevo, dice ella
haciendo barquitos con la mano.
¡Ah, ah!, digo sin levantarme,
porque por momentos viene el frío
desde el fondo oscuro del lago,
y tartamudeo y me siento llevar
despatarrado en la cresta de una ola,
destellando los ojos como una baliza,
abriéndome paso entre los juncos y el agua
hasta divisar sus brazos amados.


FOGATAS

El humo de las fogatas
se eleva sobre las casas
y los árboles más altos;
también nosotros quemamos basura
en el fondo del jardín,
amontonamos lo que no sirve,
lo que fue, hojas y ramas secas.
El fuego es remedio
para estos desperdicios,
y muchas veces el alma,
lo que llamamos alma,
se beneficia particularmente
ardiendo como los restos de vegetación
en el fondo del jardín.
Al caer la tarde
láminas de escarcha comienzan
a descender sobre la tierra
donde ciegas lombrices duermen,
y manzanos, perales, ciruelos,
aún se turban sobre los montones de hojas,
que pronto consumirán las llamas
y la fugacidad de la vida.


UN BAR DEL CAMINO

Cuando entré a ese baño de bar
del camino y la puerta se trabó
sin explicación, creí encontrarme
en el mismo infierno; no advertí
que hubiera lo que estrictamente
se llama fuego, crepitaciones,
gritos de dolor, sólo unos pocos malos
olores que me envolvieron
y la lamparita que no prendió.
Para estar en medio de la pampa alta
y desmesurada ese baño era un lugar
demasiado pequeño, sucio, opresivo.
Ni las frases chistosas escritas
en la pared con letra despatarrada
fueron capaces de provocarme
la mueca de una risa.
En las manchas de humedad
del revoque descascarado
vi con horror la sombra del que soy,
vi rostros no amados,
vi todo lo que no se desea ver:
de mí, de los otros, de lo otro.
Dije es el fin, ahora sé cómo es
la última visión de una persona.
Mi única esperanza fue
el ventanuco; después de forcejear
en lo alto durante unos momentos,
el hierro viejo, debilitado, carcomido,
cedió, y cielo y nubes entraron
increíblemente a tiempo.


De, Animal teórico


Juan Carlos Moisés






Juan Carlos Moisés nació en Sarmiento, Chubut, en 1954. Publicó Poemas encontrados en un huevo (1977), Ese otro buen poema (1983), Querido mundo (1988), Animal teórico (2004), Palabras en juego (2006 – 1º premio en el Concurso Patagónico de Poesía Fundación Banco Provincia y Dirección General de Cultura de esa provincia) y Museo de varias artes (2006 – 1º premio Fondo Nacional de las Artes). De 1990 a 1998 dirigió el elenco teatral “Los comedidosmediante”, con el que recorrió varias ciudades del país. Autor de La casa vieja (1991); Pintura viva (1992); Muñecos, un cuento de locos (1993); El Tragaluz (1994); Desesperando (1997) y La oscuridad (2002), todas estrenadas. En tres oportunidades obtuvo el 1º premio en el Encuentro de Teatro del Chubut y fue seleccionado para participar de la Fiesta Nacional del Teatro en Mendoza (1993); Tucumán (1994) y Catamarca (1997). En 1994 El Tragaluz fue premiada en Tucumán y participó de una muestra en el Teatro Nacional Cervantes. Como narrador, dibujante y guionista de historietas ha publicado trabajos en medios gráficos. Vive en su pueblo natal.