miércoles, mayo 23, 2007

WALTER CH. VIEGAS



Distraído, no puedo. Con gente, no puedo. Con ruido, no puedo. A oscuras, no puedo. Cansado, no puedo. Demasiado despierto, tampoco. En papel, casi siempre en papel. Con letra fea y rápido. Cuando me sale, cuando me gusta, cuando el poema aparece solo o cuando ya se escribió en mi cabeza. En un papelito, un cuaderno, un boleto de colectivo. De noche o de día, en invierno o en verano, en casa o en un bar de paso. No importa. Pero solo. Necesito estar solo o hacer de cuenta que lo estoy.

Las lecturas disparan ideas. Pero también las películas, la vida, la cabeza que no para de pensar. La satisfacción y la insatisfacción más grandes. También las más pequeñas. A veces el “plan” es seguir escribiendo acerca de lo mismo durante horas, explotar al máximo las posibilidades del texto y después tengo tantos poemas que siento que hice un libro. Otro día, empiezo a descartar lo que me parece redundante, imperfecto, innecesario y ya no hay libro, sino germen ¿Investigar? Si la obsesión por cierta temática en un momento determinado pudiera ser llamada investigación, entonces investigo. Pero eso de exponerme a la información es algo que no puedo evitar. Acopio, trazo, busco, pido información. Y después quizás surgen poemas. Entonces creo que no, no investigo. Una vez me compré un libro de Kandinsky porque tenía que ver con lo que estaba escribiendo y no lo leí. Creo que el solo hecho de saber que lo tenía disparó más poemas. Suponer su contenido, imaginar las posibilidades, suponer el infinito, disparó poemas. Le tenía miedo a la influencia de ese texto sobre mí. Y no lo usé. Es más, después de varios años todavía está guardado en la biblioteca sin haberlo tocado.

Sigo trabajando en el poema o guardo para no verlo durante mucho tiempo. Tirar, no tiro nada. A veces corrijo una palabra. Otras, reescribo íntegramente un poema. Otras, cerceno la mayor parte del poema porque creo que lo esencial es lo que queda: dos líneas. Creo que no le llamaría corregir a esta actividad, sino “seguir trabajando el poema”. Me parece que el bullicio con que aparece el poema en un primer momento no es exactamente “el poema”, la mayoría de las veces. Hay veces que rescato lo guardado y me da por hacer algo íntegramente distinto. Basado en ese escrito, sale otro escrito. Ese poema que nunca mostraré me sirve para hacer algo nuevo que sí siento confianza de mostrar. Es un proto-poema que hay que seguir madurando. Entonces, reescribo, elimino, cambio, toco, saco, pongo, mato, resucito, copio, pego, cito, pienso, mezclo partes de diferentes textos, y quizás lo vuelvo a guardar. O quizás termina en un libro o en una web o una antología o en una lectura. Otras veces, así como sale está bien y así se queda. Corregir, no... No corrijo.

Los poemas suelo leerlos en voz alta, a ver cómo suenan. Disfruto trabajar el ritmo, la sonoridad. A veces ando dando vueltas por la casa como loco bueno, repitiendo el texto, a ver si me gusta. si no me convence, lo cambio. Creo que es de las últimas modificaciones que hago: las que tienen que ver con la sonoridad y el ritmo del poema

Siempre hay imágenes: visuales, auditivas, táctiles, etc. Pero si esas imágenes no me comunican a mí mismo una idea, se quedan en eso. Tiene que haber algo que decir. No me importa si al lector le importa. Si no tengo nada para decir, me callo. Si no me conmueve lo que veo sobre el papel, también me callo. Me tiene que mover la idea y cómo está dicha y las imágenes que sobreviven. Sale todo en forma de marasmo y se va organizando en ese proceso de no-corrección que describía antes. Es un rompecabezas el texto. Lo armo. Lo armo hasta que estoy satisfecho y hasta que me conmueve. Si no puedo sentirme orgulloso de lo que escribí, lo guardo. Si me pone contento, lo dejo cerca. Lo vuelvo a ver seguido. Lo tanteo. Juego. Voy dándole forma. De algún modo es pulsional, catártico. De algún otro modo, es necesario que sea literario. Si me siento a escribir, quiero hacer literatura (entiéndase “literatura” no en el sentido de pretender incorporarme a la historia de la literatura argentina, sino en que lo que escribo tenga lo que yo mismo considero “valor literario” o “calidad literaria”). Si no, haría otra cosa: para la catarsis pura haría psicoanálisis o tomaría clases de teatro. Para la literatura nomás, me sentaría a leer lo que escriben otros, que me lleva menos trabajo y lo disfruto mucho. Para evitar la exposición me sentaría en mi casa a solas, pero si decido mostrarlo es porque la soledad de esas cuatro paredes no me cierra como proyecto de vida. Si mostrara todo lo que escribo, bien podría hacer pornografía... Total, la gente podría ver todo lo que hago sin que mediaran pudores. Pero los tengo. ¿Mi vínculo con la poesía? Existe, eso es innegable: me gusta escribirla y me gusta leerla. Me cuesta exponerme a la lectura de los otros y al mismo tiempo es una instancia muy necesaria. Necesito que me digan “esto podría estar mejor”, “escribís para la mierda” o “me gustó mucho lo que hiciste”. Pero me aterra que llegue ese momento. Por eso, es preferible ponerse a escribir. De todas maneras, hay que vencer ese miedo, poner un pie fuera de casa y asistir a una lectura, salir al encuentro de un editor o sencillamente tomar una café con otros lectores o con otros poetas. Me pasa que con los poetas hablo de cualquier cosa y con otra gente sí me pongo a hablar de literatura. Necesito ver que hay una persona detrás del poeta, que tiene frío, insomnio, hijos, problemas de amores o de plata. Eso me demuestra que quizás yo también podría ser poeta, porque me pasan las mismas cosas. Y porque también escribo, está claro. Pero con la mayor parte de los poetas no se de qué hablar. Me pone mal el “examen”: hay poetas que exigen que demuestres lo que sabés para ver si sos mejor o peor escritor. Yo se muchas cosas, pero no tengo por qué exhibirlas. También hay un montón de cosas que no sé y no me avergüenza no saberlas. Si tuviera que dedicarme a aprender todo lo que me falta, seguramente no viviría. Creo que mi mejor vínculo con la poesía es que me deja tiempo para ser otras cosas: laburante, estudiante, amante, pariente, conocido de alguien... ¡Gracias a la poesía que me permite ser una persona y no me exige nada más que lo que puedo dedicarle!



Poemas


La flora nazca
de un brote
entero la maceta
la espesura
regada con líquido de hormonas
y potasio
crece y crece
desmesurándose.
Ojalá sea
como yo supongo:
dos habichuelas
que irrumpen en el cielo
como algo inesperado
un viaje hacia otro
mundo.


***

Floración completa
no conozco
que esté a salvo
del
deseo:
abierta
una flor
es destino
de florero
entre hojas de libros
vidrio o disecadas.
Imperial
cualquiera torna
por asalto
a un ser indefenso
y le aplica
por la fuerza
su sentido de la estética.

***

Hoja verde
lenta
como cuadro a
cuadro
de una animación.
Si cada toma
reproduce
en matinée continuado
se observa
fecundo
el ciclo natural:
la hoja verde
desarrolla
evoluciona
en un minuto
pero sin el
retrato
de la técnica fílmica
el ojo queda
varado
y el minuto es eterno.


***


La jardinería
mutila
corta tallos
hojas flor
aplica fertilizante
estiércol
reduce gramíneas
mata pulgón
envenena al bicho
muera todo
lo que verde no
parezca
si camina
silencioso
inquieta es la mano
que sesga
sin piedad.


***

Madreselva
tus dos nombres
re
unidos
a la búsqueda de
un solo significado.
Tu planta en
reda
atrapa ponzoñosa
de fragancia
el jardín entero
la tarde cayendo para siempre
insistente y única.
Madre
de flores atrapantes
tu nombre es carnívoro
cuando llega septiembre.
Selva
el apellido que trepa
i n v a d e y s e
despeña
vorágine de zarzas
la identidad ineluctable.
En los cuentos chinos
tu semilla
(si es que existe)
anota el ideograma la desdicha
arrojada al
fondo de un lago
p r o
f u n d o
por que no retorne nunca.


***


Tiende al cielo
se encamina busca
luz de sobra bebe
verde lento ver verde
verano
asimila luz convierte
en verde que atrapa
que sorbe el desecho
no hay ser que aproveche
luz ni rayo ni brillo
lo verde es del sol como un sol
verde.


***

mezcla de amarillo
con azul
en la paleta de van gogh
se aferra al ojo
y no lo deja
el verde
siembra
un mundo
allí en donde
había otra cosa más que ausencia
se vuelve
oasis bucólica vertiéndose
esmeralda y musgo
tranquilidad verde
de la esperanza ciega.


***

Jardín de Infancia

Las ramas del limonero una fiesta de hormigas se encamina entre las ramas umbrosas el aroma del junquillo los cebollines y el culo de vieja naranja amarillo el diente de león crecen solas las cosas en este jardín sólo se riega por la tarde nada más dar sosiego a este paraíso las calas del crepúsculo el olor a tierra mojada y la dama de noche que se abre asombrosa y hiede su dulzor con la primera estrella.


***

Las tías han muerto envenenadas por los aromas de la tarde entre tomillo hierbabuena y el humor desparejo del azahar exhalaron su último suspiro sacándose de adentro el intoxicante festival de esencias y perfumes viudas y gastadas el recuerdo de los días perfectos se les metía por las fosas y les calaba el corazón con un puñal dulce debajo de la parra la última que sobrevivió hacía trenzas con su pelo a la hora del mate bañada y fresca recordando la tarde en que su marido tocó el timbre de la primera visita adolescente y la encontraron seca hacia la cena sentada todavía con el color descolorido de los que mueren de prisa por alcanzar las últimas luces de la tarde que se van al otro mundo.


***

Crece alegría del hogar crece petunia crece rosa china crecen los hijos crece el pelo crecen las mañas se acrecienta el aguacero deja flojo de humedad el humus las lombrices coletean en el agua siembran peces los ojos se empapan del sofoco denso del verano relámpagos raíces que absorben trafican savia desmenuzan los objetos naturales el invierno es cosa seca y aterida no habría paz sin el verde cuando crece.


***

Cantaba mientras batía a tenedor la mayonesa de la cena jazmines en el pelo y rosas en la cara aquel desdén de niño por las cosas viejas el rumor incomprensible del tiempo perdido una añoranza airosa caminaba la flor de la canela su torso moviéndose en redondo al ritmo del batido y la canción recuerdo su espalda agitada la cara frente al plato la canción la noche que me quieras la rosa que engalana.


***

tu cuerpo doblado como un junco a los yuyos vamos el ligustro tu pelo enredándose en lo verde ingenio de tacuara buena horqueta para hacer una gomera se abre como piernas del centro la sostengo del palo el palo de agua hojas carnosas la savia vegetalis que brota.

De Botánicos



Me enseñaste cómo se hace el mole:
hay que conseguir sucedáneos
porque en mi país no hay
ni frijoles oscuros ni aguacates gigantes
ni chocolates picosos.
Se hierve el pollo
(pollos hay, claro)
con verduras.
Se hace un consomé
y se lo cuida amoroso
como un líquido preciado
para mezclar con el mole


diluirlo
sopesarlo
convertirlo en una salsa
parecida a una fondue.
Luego se echa dentro el pollo
y se lo sirve con arroces aguacates y frijoles
de esos que no hay aquí,
pero se inventan.



Finalmente uno se sienta a comer.
Es delicioso.
Pero me quedo pensando
si en México sabrá mejor.


***


Cuando se deja de aprender
uno se ha vuelto viejo.
Cuando se deja de coger
uno se ha vuelto viejo.
Cómo llegará
el momento,
ése,
indeseado.
Así es,
lo confieso:
casi todo me aburre.
No quiero más ir a trabajar.
Ni chupar pija con forro.
Ni perderme las oportunidades
que se puedan presentar.
Temo ese momento.
Aquel en el que nadie me vea
con deseo
con arrobo
con ansias.
Quizás alguien está preparando un plan perfecto
para darme todo lo que quiero
antes de que sea demasiado tarde.
Los días uno tras otro se apagan.
Dejo de fumar.
Hago ejercicios.
Pruebo dietas.
No quiero
que todo se acabe tan pronto, no de esta manera.
Quiero tener este día para siempre,
resplandeciendo como un día perfecto.
Quiero poder escribir a cada rato poemas
preciosos como piedras preciosas
precisos como balas
precarios.
Se arruina.
Todo se arruina.



***


Pocos aviones en mi vida.
La obsesión con los viajes.
¿Dónde buscar el verso perfecto?
Un marasmo de incógnitas:
el estilo.
¿Dónde está el estilo?
¿Dónde están las palabras
que se adecuan mejor a esta manera de escribir?

La verdad del poema
La forma en que se escribe solo
Como un dictum.

La voluntad.
El deseo.
La increíble inusitada voluntad.
La inevitable voluntad.
Aquella de la que se vive.
¿Por la que se muere?


¿Es todo tan difícil de encontrar?
¿Es tan difícil de buscar, tal vez?
¿Imposible?

¿Por qué preguntas?
¿Por qué estos días en silencio?
Para qué deshacerse en horas si el tiempo de mi vida podría ser perfecto...

Los límites se van desdibujando
la cabeza piensa cuestiones imposibles
de resolver con sólo las palabras.

¿Dónde están los sentimientos?
¿Es acaso una verdad inviolable
aquella que me impide trasponer los umbrales?

Siempre creo estar desafiando mi propia incapacidad.
Mi ignorancia crece
en la medida del conocimiento.

Todo aquello que creo alcanzar
se desvanece.


Inéditos



Walter Ch.Viegas


Nací en 1970. Escribo desde antes de aprender a escribir: grababa poemitas con un grabador que me había regalado mi viejo para un cumpleaños. Cuando supe, sí escribí. Digo, cuando aprendí la lecto-escritura. Todavía no sé si sé escribir, en ese otro sentido: escribir. Estudié Cine y Letras. Nunca asistí a un taller de escritura ni dicté uno todavía. Publiqué dos libros Nieve y Botánicos, una plaqueta Hablar dormido, aparecí en varias antologías de Poesía Erótica Argentina, de poesía argentina El Arcano o El Arca No, de Casa de las Américas de Cuba, de Zapatos Rojos; Taquigrafía para principiantes de la Fundación Antorchas, entre otras, en varias webs, Poesía.com, Zapatos Rojos, Brandon, leí en varios ciclos La voz del Erizo, Zapatos Rojos, las dos Casas de la Poesía, la de Susana Villalba y la de Daniel Helder, entre otros, leí en varios festivales Salida al Mar, Darsena3 de Mar del Plata, entre otros, hice un videopoema que le gustó a alguna gente, estuve en unas performances en Argentina y Canadá, escribí unas pocas reseñas para Diario de Poesía y Hecho en Buenos Aires, leí para las mujeres de la cárcel de Ezeiza, me tradujeron a otros idiomas y así, por ejemplo, se me puede leer en esloveno, y me dieron un par de becas por las que pude viajar al Banff Centre for the Arts de Canadá o hacer clínica con Lamborghini, Bellessi o Carrera. A pesar de todo eso, todavía sigo escribiendo. Mi mail es wavito@yahoo.com

domingo, mayo 20, 2007

FABIAN O. IRIARTE



La escritura es un rito que admite variantes y excluye otras. No importan el papel sobre el que se trazan las imágenes, no importa la época del año, si es de día o de noche, si hay luz solar o penumbra. No importa el lugar, si hay ruido o silencio. El poema es un tirano: hay que hacerle caso en el momento en que decide aparecer, o se convierte en una molestia que causa intranquilidad o insomnio. Pero siempre escribo primero sobre un papel. Nunca empiezo a escribir en la pantalla de la computadora. El procesador de textos es útil para la etapa de re-escritura: correcciones, divisiones, ajustes de puntuación, juegos, pruebas, borrones y palimpsestos, cortes drásticos y añadiduras necesarias y caprichosas.

No creo en la inspiración, pero creo en la acumulación. Palabras o imágenes van juntándose en la mente hasta que en un momento deciden salir a la superficie porque su encierro se ha vuelto insoportable. Nunca tengo un plan previo de escritura, por eso me cuesta hilar poemas para darles una estructura coherente para que formen parte de un "libro". A menudo descubro, sin embargo, que tienen puntos en común, transiciones previamente ignoradas que los relacionan. Nunca he investigado un tema específico a fin de escribir; mis lecturas, mi experiencia de vida y mis conocimientos previos hacen su contribución de manera espontánea.

Cuando se piensa en la "corrección", se da por sentado que se trata de la corrección en el sentido normativo y gramatical: sintaxis, puntuación, ortografía. Tengo en cuenta esa corrección, pero no siempre la respeto. A veces, la desobediencia de algunas de las normas -a sabiendas y en complicidad con el lector- produce efectos fónicos y semánticos insospechados. También hay otra noción de corrección. La forma determina la función, y visceversa. Corregir un poema significa molestarlo, sacudirlo, violentarlo, no dejarlo en paz hasta que adquiera la forma más apropiada a lo que ese poema quiere hacer y decir. Dejo descansar los poemas durante un tiempo, pero lo hago para prevenir mi propia fatiga. Siempre voy a buscarlos nuevamente.

Cuando comienzo a escribir, solamente tengo un puñado de palabras a mi alcance. No sé si otras palabras seguirán en fila. Esas primeras palabras son una unidad de imagen y ritmo. Una imagen llama a otra, una palabra a la siguiente, un ritmo se establece o es interrumpido por otro, una sílaba abrupta detiene la música. Escribir un poema es una versión modesta de un experimento en el laboratorio de Frankenstein: hacer un collage con partes, pedazos, fragmentos, esperando que en algún momento se hagan cuerpo vivo, se levanten a caminar y hablen.

Poemas


las infancias de los niños solitarios 

yo puedo hablar mucho / de eso
podría estar horas hablando
a veces están llenas de
familia y domingos aburridos
por la tarde con abuelos y
tirále de la oreja y la nariz
pero a la noche la luna es un
ojo insomne y vigilante
y todo entonces se entiende
más temprano

de la simulación como arte

tenés que aprender a modular tu voz así
como en susurros
podés hablarles a tus plantas
si te gusta si te parece correcto si te parece
que es indispensable pero por favor
que nadie lo sepa que no
se enteren o sos hombre
muerto no enciendas las luces no
enciendas el júbilo
el bullicio son perjudiciales
no te desnudes tampoco
ni brusquedad del deseo café solamente
de a sorbos como con miedo
acurrucáte agazapáte arropáte
escondéte en los confines
es rigurosa urgencia luego
no te encuentre la tormenta
y ni te digo qué si te
descubren

si no tengo mi voz

entonces todos hieren todos creen tener
ese derecho todos tienen una
buena excusa
la sílaba se fuga y la piedra rompe
pero uno permanece irreparable
y no era la intención el daño
el dulce daño la inquietud del rosal no
no era la desolación la ternura la tala
no no no / no / era
ni tampoco decir heme aquí me doy
a vuestro juicio a vuestro justo
castigo no era la intención pero uno
permanece

la confidente inventada

en la absurda acepción que tiene
de pronto la palabra / la tristeza forma
carne en mí (i, a stranger
and afraid
in a world i never made) y el hueso de
la melancolía arde en llamas azules y
saben amargos los restos de la noche
y todavía espero que suceda / pero
por eso justamente por eso finjo
que conversa conmigo patética la luna

se me quiebran las formas

porque ciertamente al contrario
de lo que afirma el clásico hay
formas en el mundo que no
aceptan / ¿qué? / ¿acaso el fin
el orden
la esperanza / el hechizo?

mar del plata
1992-1994
había una vez un tipo

que se encontró con yo / mi doppelgänger
y me contó mi vida / ligeramente falseada
unos toques de fantasía por aquí
y por allá unos toques / eso sí / no se parece en nada
a un bildungsroman
pero quizás tenga un final feliz
o no tenga / fin

vivir en la luna

es una enfermedad que me viene de familia
han probado de todo: jaleas / vacunas / pastillas
sin resultado alguno / pero no importa porque
la locura se puede preservar en un frasco
de cristal y llevarse a la luna
y además ciertas emociones ya han sido
puestas en correcta relación una con otra
y todas tienen sus etiquetas
diario íntimo
había afirmado que dios no existía
pero nadie asistió al funeral / ni lo vio nunca
postrado en su cama de enfermo / después
virginia anotaba nosotros somos las palabras
nosotros somos la música nosotros somos la realidad
misma / yo me quise morir para ver cómo era
y reventar de nuevo en vida / me preguntaba siempre
cómo será / ¿será un relámpago de sémola?
uno no sabe a quién creerle

gritar lobo y aparecer los perros

jacobo era un árbol y en sus ojos la mañana
podía llegar a enloquecer muy fácilmente
el paisaje de repente ponerse / a cantar en latín
como si nada / y el pozo turbulento de la imaginación
empezar a revolverse / el cieno intranquilo
un veneno de círculos concéntricos
jacobo era como mucha luz / como gracia dispersa
y el horror tenía dos brazos y dos piernas
y se parecía a un hombre normal vestido
de blanco / como los monstruos del libro de viajes
de sir john mandeville
él no estaba vestido y su cuerpo era llano como pampa
(cómo a veces los cuerpos se parecen) (uno
piensa) (cómo a veces los muertos se parecen)

teoría de la traducción

siempre resentí ser un pueblerino
porque me parece que sólo en lo alto de las ciudades
uno puede gritar / por eso tuve que enseñarle
todas las malas palabras que yo sabía
y otras que no sabía también
“los zapatitos me aprietan” por ejemplo
hay momentos en que uno
se cansa de tanto lenguaje
la florista me dijo
que al profesor le gustan las orquídeas
“es difícil encontrar gardenias
en esta época en viena” / uno no sabe qué lugar
le toca / qué lugar otro ha ocupado antes
hay momentos (suele ser por las tardes)
en que el lenguaje se cansa

episodio #1 probablemente


yo estaba sentado a la mesa y esperaba (todos esperamos alguna vez) (sentados o de pie) la mesa estaba puesta como siempre / lista para el almuerzo / hasta ahora nada raro ha sucedido como ven / estos rituales generalmente no resultan complicados / aunque necesitan de la colaboración de las manos / de los utensilios y de la repetición como esquema que rige hasta los mínimos detalles / el salón comedor tiene una gran ventana / da al jardín / uno puede ver la luz / no estoy hablando de experiencias místicas / uno puede ver grandes flores carnívoras que van perdiendo sangre lentamente / uno puede ver el silencio / los pájaros también lo saben (esos pájaros cuyos nombres no conozco por eso no puedo identificarlos) / y han decidido que nunca fueron testigos / rompí a llorar / la diferencia / (yo ya entonces estaba lejano)

al rescate

hay que ir
para dar algún sentido a tanto recuerdo a tanto detalle
insignificante / pero no / qué estoy diciendo
¿no es eso lo que busco?
guardado como una ramita o una flor de color indefinido
entre las hojas de un libro
no estoy seguro de cómo voy a hacer para sobrevivir
stanley kunitz dice time itself is stitched
into the fabric of the text pero
la fragancia de lo vívido de aquella experiencia
o atardecer o condición
se pierde se desvanece se seca todo se seca
como un vicio absurdo
y hay que ir o irse / cómo voy a hacer entonces

arte poética para usar
sólo en ciertas ocasiones

el corazón todo despedazado
por las mordidas salvajes de estos perros
desnudo y con una vergüenza
que quiere esconderse entre las lilas
uno quiere protegerlo y curarlo
pero de nada vale el romanticismo
por ahora es imposible / el ataque va en pleno
hay que esperar a que la violencia
se extinga la sangre se rompa toda
los dientes se sacien el hambre diga basta
después será la agonía
después la convalecencia


retrato del artista como joven animal
neurótico que se mira
y se mira en el espejo

quiero que tomes estas palabras / las encierres
bien encerradas en un círculo / (un jardín de sexo
y jacintos)
te voy a enseñar qué sílabas y frases
crecen
siempre / un rincón donde cantes / un rincón donde
llores / con acento y con métrica clara
un poco de orgullo y sangre / no vienen nada
mal / un puñado / unas cuantas semillas de lluvia



De, La intemperie sin fin



Fabián O. Iriarte




Fabián O. Iriarte, nació en Laprida, prov. de Buenos Aires, en 1963. Reside en Mar del Plata desde 1979. Doctor en Humanidades (Universidad de Texas en Dallas, 1999), es profesor de literatura inglesa y norteamericana y literatura comparada en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Recibió el Premio Alfonsina Storni 2004. Ha publicado los siguientes libros de poesía: guaridas de huir el mundo (Editorial Melusina, 2000); la intemperie sin fin (Editorial Melusina, 2001); doble sentido -selección de poemas traducidos al inglés por D. Smith (2002) y con sutiles artimañas (Dársena3, 2005).


jueves, mayo 10, 2007

MARCELO DÍAZ




No tengo ritos respecto a la escritura, tengo preferencias, aunque abandonables ante cualquier problema que requiera que uno se adapte a la situación. Si me dan a elegir, prefiero escribir por la mañana, con buena luz natural. Lo hago en mi casa, es raro que escriba en otro lado. En una época llenaba cuadernos con anotaciones y textos, tachaba, corregía. Ahora prefiero escribir en la computadora, más que nada por la posibilidad de reemplazar, cortar, pegar, cuando trabajo haciendo collage.
Depende el momento en el que esté de la escritura necesito o no silencio: cuando escribo los primeros borradores lo hago con música, cualquiera; las primeras correcciones con música seleccionada y las últimas correcciones, donde uno se mete en detalles, en silencio. Cuando corregía Diesel 6002 alternaba The Clash con música del barroco español (Juan Hidalgo, Juan Cabanilles) y el Pulccinella de Stravinsky, que es un barroco procesado por lenguajes modernos. También en ese momento me había comprado un CD con lo más clásico de Nino Bravo y le daba y cantaba incluso. Y el ruido siempre acompaña, tengo dos hijos, así que cuando están ellos el silencio no existe.
Un poco de cada: la mitad de Berreta son poemas que fueron saliendo, por una cosa, por otra; la otra mitad, en cambio, es una decantación de lecturas que venía haciendo en la universidad sobre “poetas alados”, cisnes, ruiseñores, albatros, y esas lecturas fueron derivando de algún modo en la serie del cisne de cemento. Diesel es una combinación de collage con recortes de diarios, azar (mucho cut up) y un proceso de meterle presión a todo eso para sacar un barroco chatarrero, con el ripio de las vías y el trucu trucu del ferrocarril; pero sí, ahí releí, durante un año más o menos, a Quevedo, Góngora, Rioja, Herrera, que me encantan. Y Germán Belli, claro. De todos modos, cuando estoy en proceso de libro, siempre busco lecturas que tengan que ver con lo que estoy escribiendo.
Yo corrijo muchísimo. Es más, es el momento de la escritura que más disfruto. Cuando algo me ronda, un asunto, una preocupación, un comentario, escribo muchísimo, borradores, cosas muy muy feas, de todo, sale de todo, obviedades, boludeces, qué se yo, y después agarro todo eso y en situación de lector digo: “esto me gusta”, “esto no”, y empiezo a moldear, recortar, modular. Ahí suelo recurrir mucho a textos ajenos, mucho collage, lleno todo de citas que pueden ir de poemas a entrevistas de alguna revista, y armo un guiso. Después lo dejo un tiempo y repito todo ese procedimiento. En el medio le leo los textos a mis amigos que me dicen "¿te parece?" Yo adhiero fervientemente al ambage de César Fernández Moreno que dice: escribo mal pero corrijo como los dioses. También se que es muy fácil pasarse de rosca con la corrección, y que un poema acabe siendo correcto, y nada más, lo que es en general frustrante. Con el tiempo aprendí a aceptar que los textos más interesantes son los que más inseguro me dejan, los que me parecen más precarios o en los que tomé más riesgos.
En general no trabajo con imágenes, sí con un tono, una cadencia. Pero lo que da comienzo es siempre una palabra prestada: algo que leo, algo que me cuentan... a veces prende, a veces no. Cuando prende me vuelvo obsesivo, no sólo escribo, también leo, busco material para mis collages, tiendo redes desde lo que comienzo a escribir hacia todo tipo de textos, lo que hace que la escritura prolifere en varias direcciones a la vez y de manera bastante desordenada... ahí es donde aparece una cadencia que viene a darle cierta homogeneidad a lo que es heterogéneo... es más, yo creo que mis textos funcionan mucho mejor en la oralidad que en el papel, porque se prestan a un fraseo casi cantado, o por lo menos yo casi los canto cuando leo.




Poemas



Humpty Dumpty: Cuando yo uso una palabra,
significa lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos.
Alicia: La pregunta es si se puede hacer
que las palabras signifiquen cosas diferentes.
Humpty Dumpty: La pregunta es quién es el amo,
eso es todo.


Lewis Carrol

Buscar / Encontrar

Llegás al Automóvil Club Argentino en busca de cartografía autorizada. Aunque no hay a la vista quien atienda en la sala, te sentás a esperar en un moderno sillón rojo de los años 50, cuyos ángulos evocan vagamente el perfil de una nave espacial. El sillón, con un aire de familia a un Siam Di Tella, parece diseñado para el viaje a gran velocidad por el futuro, aunque vos esperás más de un hora encallado entre carteles que celebran los cómodos caminos argentinos, sus ciudades, sus respectivas fiestas típicas: fiesta de la vid, del trigo, del ternero, del maíz, del surubí. Gente trabajando para la grandeza de la patria. Finalmente aparece una mujer de voz neutra a la que le planteás tus requerimientos. Concretamente: un mapa de Blaia. Te ofrece: Valle de la Luna, 7 Lagos, Rutas Argentinas, Maravilloso Litoral, Misteriosa Patagonia, Colonias Pampeanas. Te ofrece un café.

***

Durante mucho tiempo los cartógrafos recibieron el nombre de “pintores de mapas”

Hay mapas circulares y hay mapas con forma de corazón. Los hay también con forma de trébol, como el que Heinrich Bünting dibujó en 1581 ubicando un continente en cada hoja y a Jerusalém en el centro de las cuatro.

Acá tal vez convenga recordar que durante mucho tiempo los cartógrafos recibieron el nombre de “pintores de mapas”. Yo me acuerdo de una vez que con una bic me dibujaron en la mano el recorrido para llegar a una casa con pileta, y escribieron ahí un nombre mientras me preguntaban ¿a qué hora venís? El recorrido, en trazo rojo, partía de Córdoba y Alem, y llegaba, tras cruzar la última línea de la palma de la mano, a una suerte de montecito entre el índice y el mayor, donde un círculo rojo coronaba el trayecto serpenteante. Recuerdo haber manifestado no entender del todo ese trayecto que cubría mi mano casi en su totalidad, con tantos virajes, espirales y recodos. Recuerdo la risa y la respuesta de la cartógrafa: vos nunca entendés nada.

Y también hubo gente que se preguntó: caída Jerusalém hace bocha de años ¿qué pondremos en el centro?

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Haciendo la V en la portada de un libro imposible

En un estante perdido de la biblioteca popular Bartolomé Mitre di un día con un libro cuyo extravagante (y desafortunado) título era ¡Zoomática! con signos de admiración. El uso de los signos pretendía, supongo, provocar en el lector un entusiasmo espontáneo y febril, el mismo que parecían experimentar los animalitos de la portada: un topo, un papagayo, tal vez una jirafa, presas todos de una excitación que a mis ojos era totalmente inexplicable. Hago memoria y recuerdo que el topo hacía la V de la victoria. Creo haber dudado acerca de si el topo hacía la V de la victoria o si en realidad había sido dibujado con tan sólo un par de dedos en la mano, de modo que al pobre roedor no le quedaba otra que vivir condenado al optimismo. Recuerdo haber copiado en un cuaderno alguno de los problemas imposibles. Recuerdo también que el pie de imprenta decía 1973.

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Usos cartográficos del corazón

En 1536 el humanista Oroncio Finé imaginó una proyección cordiforme de la esfera terrestre: el mundo tiene el contorno de un corazón, pero ocupa el lugar del rostro bajo un capirote de loco coronado por la leyenda Conócete a ti mismo.

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Coordenadas para el trazado de un mapa. I, The call up

En un rincón del departamento de Ramiro Murguía, en el 82, escuchábamos The Clash.
Aclaro que en 1982, en Bahía Blanca, resultaba imposible conseguir un disco de The Clash.
El tema es que el padre de Ramiro solía viajar a Europa, y de Europa había traído Sandinista! y Combat Rock.

Sandinista! con signo de admiración. El signo, en este caso, anticipaba el estupor que un disco presuntamente punk, que no sonaba punk, podía provocar. ¿Pero qué podíamos saber del punk y de Nicaragua nosotros, ocho borceguíes tras la garganta de Strummer, en ese rincón de persianas bajas para bloquear el sol enfermo del invierno?

I don’t wanna die I don’t wanna kill

The United Nations said it’s all fair

De modo que en 1982, en el departamento de Ramiro Murguía, mientras The Clash daba vueltas en el Winco, aprendíamos el uso del signo de admiración que nos martillaba la cabeza: Sandinista! y la cabeza daba una vuelta y se partía como un zapallo: Malvinas!

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No se tolerarán conductas indecentes

Te ofrece: Noroeste Ancestral, Glaciares Milenarios, Córdoba Soñada, Jardín de la República. Te ofrece el séptimo café. Y cuando en última instancia expongas con amabilidad extrema y en voz (muy) baja: Mire, lo que yo estoy buscando, concretamente es... un conserje se acercará para decirte: tranquilo, señor, respire hondo, mientras reclama, con un movimiento de su brazo izquierdo, la presencia del personal de Seguridad que ajeno a la escena completa crucigramas en un rincón.

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El guardia de seguridad que completa crucigramas en un rincón pregunta:

Regresar al lugar de donde se partió. Seis letras, vertical.

Excavar por debajo alguna cosa, dejándola en falso. Siete letras, horizontal.

Espacio o intervalo de lugar o de tiempo que media entre dos cosas o sucesos. Nueve letras, horizontal.


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Problema nº 1

¿Cuánto demora un topo en cavar un túnel que atraviesa una ciudad de trescientos mil habitantes por la noche, si todos permanecen acostados, el topo avanza a razón de 90 centímetros por hora, cuando de pronto alguien enciende una luz y te pregunta: dormís?

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Lonh

Ser punk era tener un plan B. Ahora que lo pienso, no había otro secreto. Ser punk era tener un plan B incluso como alternativa al punk. Ser punk significaba, contra todas las expectativas, elegir el plan B, vivir en la B, hacer de eso una causa. Habitar el punto ciego de la foto familiar, y que ese estar fuera de foco fuera la tierra más lejana.
A esa conclusión llegamos una tarde de 1983 mientras Mick Jones cantaba Stay free.

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La antropología revela que los canacas confunden órganos y vegetales

Así es. Cuando un niño canaca nace, el cordón umbilical es enterrado junto a un retoño en un lugar del bosque cercano a la aldea. Así ligados al nacer, los canacas son ellos y son también los árboles que los rodean. Esto es particularmente notorio en la lengua canaca, en la que las partes del cuerpo son nombradas con derivaciones de palabras provenientes del mundo vegetal. Una obviedad decir que para los canacas nuestro cuerpo individual es un absurdo. Mucho más de los canacas no se. Pero mientras dispongo unos troncos para iniciar un fuego, acomodo el asado en una bandeja, y hago bollos de papel de diario para encender, imagino una fogata canaca y me pregunto cómo calienta ese fuego alimentado con una parte de sí mismos. También pienso que entre los canacas el cuerpo es una extensión hacia adentro del mundo, y viceversa, por lo que cartografía y anatomía canacas, si existiesen, serían disciplinas intercambiables.

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Problema nº 2

Un topo cava un pozo que atraviesa una ciudad de trescientos mil habitantes en un tercio del tiempo que una pareja emplea en buscar razones para seguir juntos. Si tenemos en cuenta que el topo hace el trabajo solo y la pareja se reencuentra después de un par de semanas ¿qué diámetro debería tener el túnel para garantizar una salida sin problemas? ¿en qué piensa cada uno después de haber hecho el amor?

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El guardia de seguridad que completa crucigramas en un rincón pregunta:

Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior. Cinco letras, vertical.

Fluido que forma la atmósfera de la Tierra, siendo una mezcla gaseosa que, descontado el vapor de agua que contiene en diversas proporciones, se compone aproximadamente de 21 partes de oxígeno, 78 de nitrógeno y una de argón y otros gases semejantes a este, a que se añaden algunas centésimas de ácido carbónico anhídrido. Cuatro letras, horizontal.

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Usos cartográficos del corazón II

Hay mapas con forma de corazón y hay mapas del corazón. No del corazón como territorio, sino de las trayectorias del corazón, como si uno dijera un mapa de viaje, un itinere. Ahora se sabe que el corazón no viaja sino en sentido figurado, pero los hunktu de Nueva Guinea creen que el ánimo con el que uno sobrelleva el día tiene que ver con los desplazamientos del corazón y con el lugar en el que transitoriamente se ubica. Como si el corazón fuese un animal indócil que habitara y recorriera, día a día, nuestro cuerpo. Indócil lo puse yo, y animal también. Para los hunktu, creo, el corazón no es dócil ni indócil, ni les preocupa tanto qué es, sino más bien dónde está. Por eso miro el electrocardiograma, aunque eso no me dice dónde está tu corazón.

No se por qué me regalaste tu electrocardiograma. No conozco a nadie más que pueda hacer un regalo semejante. Tampoco se por qué lo miro. Es una especie de poema. Podría ser una partitura. Creo que podría cantarlo.

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El topo como caso de perfección azarosa

Hay quien postula que los topos trazan sus galerías al azar. Otros, sin embargo, consideran que sus diseños responden a un orden geométrico perfecto. Todo lo que es posible decir al respecto es que el topo planifica con las uñas. Mirar no va a andar mirando mucho, porque no ve. Un topo no es un búho, convengamos. Tampoco cava porque sí: negocia un equilibrio entre sus necesidades y los accidentes del terreno. El suyo es un orden permanentemente provisorio.

De, Blaia





Marcelo Díaz

Marcelo Díaz nació en 1965 en Bahía Blanca. Estudió Letras en la Universidad Nacional del Sur. Integró el grupo de Poetas Mateístas que realizaba murales en las calles de Bahía y editaba la revista mural CUERNOPANZA. Fue editor y redactor de la revista objeto VOX y de VOXvirtual. Publicó Berreta (Libros de Tierra Firme,1998), Diesel 6002 (Vox, 2001) y Laspada (El Calamar, 2004). Trabaja en “FerroWhite - museo taller” donde coordina el proyecto de teatro documental Archivo White, con la dirección de Vivi Tellas.