viernes, octubre 26, 2007

DARÍO CANTON (Entrevista: Rita kratsman)





 1- Empezaste a escribir en los 50 pero recién publicaste en los 60. Cuando lo hiciste ¿te habías planteado a priori la estructura de ese collage autobiográfico que hoy representa tu obra?

   No. La primera idea de hacer algo como lo que terminó siendo De la misma llama surgió veinticinco años después, hacia 1975. Fue cuando empecé a contar de qué  manera, a partir de la redacción inicial y pasando por etapas que documentaba y explicaba, había escrito distintos poemas. Respaldado por ese material es que me presenté a una beca Guggenheim con una propuesta llamada El trabajo de escribir poesía: un testimonio personal, que no tuvo éxito.

2-¿Cómo pudiste darle un sentido al corpus de anotaciones, cartas y notas de todo tipo en revistas, libretas, etc. que dibujan ese gran hilo extraordinario?

Cuando retomé el proyecto, ocho años después, decidí ampliarlo mediante la inclusión de textos largos (Corrupción de la naranja, La mesa, el Abecedario) y el ordenamiento cronológico de los poemas que tenía. Al hacerlo se desplegó ante mí mi vida adulta y advertí la posibilidad de contarla desde la niñez con materiales diversos, a los que agregaría ilustraciones de archivos familiares y otras que tendría que procurarme. Me preocupé por conseguir, a través de amigos de Carmelo, imágenes del pueblo y del escritorio de mi abuelo, el que había sido trasladado íntegro a otra casa luego de vendida la original.
Y en Buenos Aires concerté con Oscar Balducci, escritor y fotógrafo al que conocía de cuando publicamos sendos libros con Ediciones del Mediodía en 1968, para que sacara imágenes de la plaza Congreso, de la casa de mi madre (Rivadavia 1653) y del departamento en el que escribí la primera versión de la obra (Bartolomé Mitre 1644). Eso fue en el primer envión, cuando también contaba con los manuscritos de parte de los poemas.

El comienzo de la publicación de los volúmenes con Libros del Zorzal en el 2004 reactualizó el tema de las ilustraciones, que no había estado presente para la publicación de La historia de Asemal y sus lectores (Mondadori, 2000), tomo IV, entonces sin número, de la serie. Así, para el tomo I. Berkeley (1960-1963). Gloria Cucullu y Miguel Murmis hicieron un gran aporte. Y para los otros me embarqué en nuevas y muy detalladas búsquedas cuya culminación se advertirá en el tomo VI. Nue-Car-Bue. De hijo a padre (1928-1960), que espero publicar en el año 2008.

En lo que hace al tema del sentido, pienso que está dado por un rumbo fijado hace mucho, con un plan muy pensado y una primera redacción que sirve de marco. Además, como parte del trabajo, preparé dos índices con la anatomía de la obra: analítico, tomo por tomo, capítulo por capítulo, con el contenido total (quince páginas oficio, a máquina, a un espacio) y otro por rubros, de la misma manera, en que distinguía “Texto actual, Texto antiguo, Poemas, Cartas y mensajes, Citas” (cinco páginas).Tenía, igualmente, otros dos índices: alfabético y cronológico de poemas, que armé con la ayuda de Pablo Funes, para lo cual hice mis primeras armas en computación.

Esa considerable acumulación previa se fue ampliando y enriqueciendo a medida que encaré la publicación de los tomos, al descubrir sobre la marcha interrogantes que me planteaban otras búsquedas y nuevas perspectivas. También el azar tuvo su parte. Una entrevista que me hizo Osvaldo Aguirre y se publicó en Radar a fines de marzo del 2006 me puso en contacto con una parienta en Francia que me hizo llegar mucho material sobre la familia, incluidas fotografías y copias de antiguos documentos. Lo mismo pasó con una descendiente de un amigo de mi padre, médico como él, que reside en Nueve de Julio, Provincia de Buenos Aires, donde nací.

3 - Tengo entendido que no tuviste tiempo para una vida social literaria. ¿Considerás que hubiera sido importante?

Pienso que quizá hubiera facilitado la difusión o el conocimiento de lo que hacía entre los que deciden quiénes se incluyen y quiénes no, qué obras merecen atención y cuáles no (en los suplementos culturales de los diarios, historias de la literatura, antologías, archivos orales o fílmicos, mesas redondas, festivales de poesía y así). Los años me han confirmado, a modo de consuelo, que la gran mayoría de la gente tiende a juzgar más favorablemente (a ver, reconocer, invitar a participar en reuniones y a ser miembro de grupos, en suma, a considerar como par) a personas que son del mismo círculo o se mueven muy cerca de él.
Creo, con todo, aunque no hay modo de saberlo, que si las cosas hubieran sido distintas, no habría mejorado mi escritura, que es lo que me importa. En compensación, siempre tuve buenos lectores.

4 - Tu enfoque sobre las letras de los tangos de Gardel ¿crees que se podría aplicar a las del rock, por ejemplo?

En más de una oportunidad se me ocurrió intentar poner a prueba las preguntas que me sirvieron en esa ocasión pero nunca pasé de proyectos fantaseados. La primera vez fue cuando, al volver de los Estados Unidos a fines de 1963, advertí que por la calle gente joven cantaba canciones que me resultaban muy frescas.
Supe después que eran de Palito Ortega. En otra oportunidad, en algún momento que no puedo precisar (¿década de 1980?) intenté conseguir las letras del rock nacional; sin éxito, porque aparentemente no estaban recopiladas todavía. La última fue cuando pensé ocuparme de letristas del tango posteriores a la década del 60. Nada de eso se concretó, pero ahora que lo recuerdo me surge el tema de qué canta hoy la gente, por ejemplo según sexo, edad, ocasión y lugar en el que vive. No qué música oye por la radio, la tele, la compu, el walkman, etc, aunque tenga su importancia, sino qué canta si está solo o en grupo.*

__________

* Víctor Hugo Morales, el periodista deportivo y melómano uruguayo, como parte de la Pumamanía fogoneada por los medios, comentaba admirado, como rasgo bueno, distintivo, la convicción con que los miembros del equipo cantaban el himno en voz bien alta y diciendo todas las palabras.
Podemos arrancar con el Martín Fierro: “Aquí me pongo a cantar… que al hombre que lo desvela…con el cantar se consuela”. ¿Es así hoy, cuando estamos llenos de aparatos? Antes la gente en su casa o en el trabajo (la cocinera, el pintor en una casa deshabitada, el zapatero, el herrero, cualquiera, solía acompañarse entonando alguna canción, tarareándola o silbándola. Y las guitarras eran algo común. Incluso el qué cantaba cada uno delataba su ascendencia y podía, según las ocasiones, ser objeto de censura. Véase cómo recuerda en 1918 un miembro del ejército argentino, el coronel Carlos Smith, de apellido no muy criollo que digamos, lo que sucedía en unas maniobras en Tandil en 1909:

Largas y fatigosas marchas tuvieron que realizar las tropas, hechas aún más penosas por las lluvias torrenciales…Para mantener vivo el espíritu alegre del soldado, se le dio plena libertad para entonar las canciones que fueran más de su agrado. El resultado de esa libertad no pudo ser más mortificante para el alma nacional. Cadenciosas, rítmicas…con esa mezcla de armonías…que tantas veces se habrá oído entonar en las trattorias de Buenos Aires, así se alzaban las canciones extranjeras…Quien hubiera cerrado los ojos para no percibir más que los aires que se entonaban; quien se hubiera concretado a escuchar los dicharachos que se cruzaban entre los soldados en un idioma que no era el nuestro; quien hubiera palpado el entusiasmo delirante con que se saludaban los finales y se repetían los bis, jamás habría creído que eran soldados argentinos en marcha…En cambio, los cantos patrióticos aprendidos en el cuartel…quedaban ocultos en la memoria del soldado…El remedio tuvo que aplicarse rápido y eficaz, prohibiendo esas canciones y prescribiendo en cada caso las que se debían de canta.

Todo eso cambió mucho con la invención de la radio y más tarde los aparatos portátiles que hoy parecen antediluvianos.
Pero volviendo al ejemplo de Tandil en 1909: ¿qué canta hoy la gente cuando se reúne o está sola? Eso me gustaría saber. Pero me he ido muy lejos. En fin, que quede ahí.

5  Me intriga tu Diccionario. Ahí aparecen el humor y la ironía que atraviesan toda tu obra. ¿Qué hay de ellos?

Con el Abecedario, como con La mesa, me divertí mucho. Fueron dos casos de delirio controlado. Así como La mesa está dedicada a mi madre, el Abecedario tiene que ver con mi padre, que era médico y con un hermano, Héctor, que siguió sus pasos. Creo o quisiera creer que algo de lo mejor de esa disciplina he tenido: sensibilidad, observación cuidadosa, mano firme con el bisturí para las palabras.

En cuanto a lo del humor y la ironía, me parece que son parte de las armas que tenemos para consolarnos y sobrellevar algunas realidades: no todo se puede hacer, es poco lo que está en nuestras manos enmendar, nuestras vidas son breves, no es fácil, para mí al menos, concebir de qué manera creíble uno podría aportar su granito de arena para la construcción de un mundo mejor. La escala en la que uno se mueve es tan infinitesimal que lo máximo posible, al menos para mí, es el no sumarse a lo que llamaría “hijoputez” aunque no dejo de ver que hay gente que hace de su vida un apostolado.


Transcripción del poema "Persistencia": 23/11/05

10:30 a.m. en la calle.

Aquellos/a quienes quisimos/ aunque no estén/ siguen/ cumpliendo años/ en su día./
hoy solo nuestro.


Para leer la obra del autor:



Cuestionario de La Infancia del procedimiento (este material fue contestado y remitido vía mail por el autor)

1- Ritos en torno a la escritura.

No tengo. Puedo hacerlo a cualquier hora, en cualquier lugar y sobre los papeles que tenga a mano: hojas carta u oficio generalmente dobladas al medio, sobres usados, programas de cine, páginas de calendarios, de avisos en una revista con suficiente espacio en blanco, una bolsa papel madera de una panadería. Nunca uso lápiz, cuyo trazo me resulta débil, efímero. Tampoco máquina de escribir o computadora, aunque me sirven para pasar los textos y corregirlos. Escribo a mano y con birome o marcador.
No me molestan los ruidos normales del ambiente, sea que esté en una gran ciudad, en un pueblo o en el campo; sí las disonancias de los escapes de las motos, el acelerar de los motores o las bruscas arrancadas de conductores nerviosos, las bocinas insistentes, las sirenas, los bombos, las griterías, la música a todo volumen. Me sacan de quicio, de la sintonía conmigo mismo en la que necesito estar para prestar la máxima atención y ser fiel a lo que se me va ocurriendo. Por eso tampoco escucho música y menos cantada: me transmite una carga afectiva, cualquiera que sea, con su ritmo propio, que interfiere con el mío.

2- “Lo que va surgiendo” vs. “plan”

Con una excepción, el poema Y2K, hecho por un pedido, he escrito siempre sin deliberación: todo ha sido espontáneo. Pero esto ha dado lugar a dos tipos de trabajos. Primero, los que llamo “orgánicos”, en que una idea madre se expande y llega a convertirse en un poema (Corrupción de la naranja) o en un libro (La saga del peronismo, La mesa, Abecedario Médico Canton). Son casos en que hubo un plan, incluso con cambios y trabajo sostenido para llevarlo a fin (tres meses para Corrupción, cuatro para La saga, dos años tanto para La mesa como para el Abecedario).
En segundo lugar, los conjuntos de poemas de temática común (Corrupción de la naranja, Poamorio, Poemas familiares), con la reunión de textos escritos a lo largo de no menos de diez años cada uno. Pertenecen también a esta familia los poemas de Asemal: en su mayoría fueron inicialmente parte de libros nonatos y luego entraron en un rearmado muy planificado que permitió que se fueran amalgamando, sobre la marcha, con nuevos poemas.

3- La corrección.

Son excepcionales los textos que han quedado como salieron. Acompaño un ejemplo manuscrito. La casi totalidad, aún los de pocas líneas, me exigió siempre mucha atención (mirar y mirar, pensar alternativas, ayudarme con diccionarios).
Esa tendencia natural, diría, a ser muy cuidadoso, a pulir y pulir, se ha visto reforzada por otras circunstancias. Por no ser miembro del medio literario, poco o nada publiqué en revistas. Tampoco estuve conectado con otras áreas como un partido político, por ejemplo, que podría haberme ayudado. Ni trabajé en el periodismo o en editoriales, otras vías de acceso y difusión para hacerse conocer. Simplemente tuve una vida profesional, exitosa en alguna medida, acompañada por otra familiar no tan simple. Y a lo largo de ella, mientras la iba viviendo, surgían los poemas, testimonios parciales, mojones de mi recorrido, que debían esperar que pudiera releerlos y pasarlos una y otra vez, ya fuera para presentarme a concursos que no ganaba o para armar libros cuya publicación no siempre se concretaba.
Todo ese ir y venir con mis papeles, constante, a fuego lento, creo que ha sido bueno para ellos: yo, autor, los he acompañado tercamente. Puedo ilustrar con lo que tengo en vías de publicación. La redacción inicial fue entre 1986 y 1989 ( seis tomos). Hice luego intentos varios de publicar algún volumen, lo que conseguí en el año 2000 después de muchas vueltas. Y así he seguido. Con lo que subrayo que la corrección, la reescritura, el rearmado, han sido buena parte de mi trabajo. Favorecidos porque me muevo en el terreno de la poesía, con la que nadie se gana la vida y para la que no hay demanda, y porque he sido,
comparativamente hablando, un autor “desconocido”, especie de Licenciado Vidriera. Con todo, ahora que la historia empieza a ser distinta y cuando ya no dependo más que de mí, es tarde para cambiar: sigo siendo el mismo obsesivo, escrupuloso corrector. Incluso el que, quizás en más de una oportunidad, se equivoca por exceso de poda o deja de lado buenas imágenes (“tus primeras versiones son a veces más lindas que las otras”, he oído).

4- Procedimientos de escritura.

En el tomo III de De la misma llama (“De plomo y poesía”, 1972-1979), se reproduce el que originalmente fue un artículo, “Con las manos en la mesa”, que da idea de cómo trabajo (se lo puede leer a través de: www.dariocanton.com). Ese tomo incluye bastantes “cuentos” de poemas y otros escritos sobre poesía que abundan sobre lo mismo. Con un agregado: entre las páginas 225 y 230 aparecen los nombres de los remedios incluidos en la primera redacción y en las tres que siguieron hasta completar el corpus del Abecedario Médico Canton.
Testimonian lo que me “saltó a la vista” en la lectura inicial y lo que advertí en cada una de las posteriores. Algo han de decir sobre el autor y su mundo, aunque no me haya puesto a indagarlo. Son el equivalente aproximado de lo que he leído que se hace al enfrentar a una persona con una página impresa o una pantalla sobre la que algo se proyecta, siguiendo (registrando, grabando) el recorrido de sus ojos (algo similar podría darse con aquellos a quienes se les presentaran libros o diarios para ver en qué orden los leen o de qué manera los recorren).

Darío Canton


Dario Canton, nació en Buenos Aires en 1928. Poeta. Filosofo por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y Sociólogo por la Universidad de California (EE. UU.). Profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado poesía y sociología de modo alterno alternó publicaciones de poesía y sociología: La saga del peronismo, El parlamento argentino en época de cambio, Corrupción de la naranja, Materiales para el estudio de la sociología política en la Argentina, Poamorio, La política de los militares argentinos, Gardel, a quién le cantás, La mesa, Elecciones y partidos políticos en la Argentina, Poemas familiares, Asemal, Abecedario Médico Canton, El pueblo legislador, De la misma llama (ocho volúmenes, nueve tomos publicados entre 2000-2017), entre otros.


(Entrevista realizada en 2007 y revisada en 2021)

jueves, octubre 18, 2007

LEOPOLDO "TEUCO" CASTILLA (entrevista y selección del material a cargo de Guadalupe Wernicke)


Vamo` a ver. Donde me pille. Si es en un bar, en un bar. Si es en el costadito de una servilleta, o si estoy en mi casa en mi máquina de escribir. La hora por lo general cambia. Hay épocas enteras que he escrito de noche. Otras veces, apenas me levanto: me siento a las nueve de la mañana y me levanto a las 6 de la tarde, cuando estoy de racha. Cuando vuelvo de noche antes de irme a dormir, escribo. Esto por supuesto si tenés un golpe de emoción, de desconcierto adentro que te haga escribir. Las épocas para escribir, realmente me gusta más el verano. Me gusta más el verano porque me gusta mucho la luz. La verdad es que cuando estoy en mi casa escribo con música, con música clásica. Horas escribiendo y escuchando música clásica. Como yo fui muchos años periodista puedo escribir con bulla, no tengo ningún problema, tengo una capacidad de abstracción que me ha dado el periodismo.

Escribo sobre lo que va surgiendo. Por lo general aparece una imagen, un golpe en la memoria, o algo que no sé que es, o una palabra, cargada de cierta hechicería. Que me dice que hay algo, detrás de esto hay algo. Y entrás a buscar y buscar y va apareciendo. A veces baja como un tema concreto porque te ha emocionado algo y en el momento de escribirlo...otras veces no tenés ganas de escribir y te sentás y empezás a escribir y de golpe sale una palabra que no tiene nada que ver con lo que estás escribiendo y te destapa todo una historia que tenés adentro. Porque nadie sabe lo que tiene adentro, ni cuando no escribe. 


Por lo general escribo tratando de escribir lo mejor que pueda en el primer envión. Escribo verso a verso, peleándolo al poema verso a verso. Pero dejo que salga el caudal. Escribo, suelto, dejo que salga el impulso del poema y después lo dejo un tiempo. Y cuando voy a corregir por lo general de cada poema y de cada libro llego a tener cuatro, cinco, varias versiones. En eso trato de ser muy riguroso. El poema va leudando como el pan, entonces es un trabajo que se hace con otra lucidez. El poema tal vez se hace con más revelación en el primer momento y con mas oficio en la corrección.


La poesía es una maravilla porque es -el otro día le decía a una amigo- un oficio muy extraño porque es el único oficio que uno no sabe de qué se trata y lo ejerce toda la vida. Es como hacer una casa con ladrillos invisibles. No se sabe de qué se trata la poesía, qué es. Lo más lindo que tiene la poesía es ese misterio, esa voladura, esa locura inaprensible. Suele venir como ella quiere. Viene a veces con la música, con la imagen, con la memoria. Con una emoción siempre. Es fundamental que tenga emoción del orden que sea. Y después yo la deja hacer, dejo que mande. Escribo como la poesía quiere, no como quiero yo. Y después trato de corregir como yo quisiera, siempre que la poesía siga mandando. Si es que sale poesía, vaya a saber si sale.



Poemas


VI

Mi mujer hace pan
zurea
como una paloma entre las tumbas
a veces un golpe de viento
hace volar la harina
el polvo
y las cenizas
ella los recoge y hace el pan
y hablamos de las cosas del día
sin poder recordar nada
mientras comemos en la media sombra
el pan
calienta todo el cementerio.


XI

Nos ganamos la vida vendiendo lápidas
tallando palabras del Corán,
una admonición
para que vuelva el cielo.
Sólo la piedra
que no padece su nacimiento
puede sostener un nombre
(el nombre y la piedra:
también la eternidad comienza
en el encuentro de esos dos desiertos)
Vivimos de lo que ya se ha ido,
de la arena y del río,
de nuestros dioses,
de nuestros muertos,
árboles vacíos
de los que comemos.

De,  Libro de Egipto



Luz oculta

Dentro del ciprés hay una lámpara,
un alvéolo de luz
que la oscurece.
Y así, como hay claridad
pero nunca se ve el sol en los sueños,
en otra latitud
el mundo hace un ciego
para que nieve.


Loro

a Edgardo Diez Gómez

Esa flor sacrílega, habla.
No imita, habla
y desea el vino, las mujeres y el pan de los hombres.
Ese es su secreto.
Avanza por el aro
y cierra el círculo.
Entonces chilla igual que ellos
cuando eran pájaros
o canta, como las campanas,
con el pavor de tener dos almas.
Mientras ellos repiten lo que él dice, ríe
y se pica el pecho
y se lo parte,
ríe a carcajadas
y se pica a fondo el corazón
para que el secreto salga.

De, El amanecido



X


No te alcanzará la vida para ver
cómo ese hombre
mira la tarde.
El que contempla dura más.


XI


Un hombre
cae
hasta perder su nombre
el futuro no alcanza
la velocidad de la sangre.
En el salto
sólo el salto es alguien.


De, Línea de fuga


Leopoldo "Teuco" Castilla


Leopoldo "Teuco" Castilla nació en Salta en 1947. En 1976 se exilió por razones políticas. Actualmente vive en Argentina. Publicó numerosos libros de poesía y narrativa. Entre otras convocatorias, fue invitado por la Unión Soviética para escribir un libro que la Editorial Progreso de Moscú publicó en 1990 con el título Diario en la Perestroika. También es autor de Nueva poesía argentina (Madrid, Editorial Hiperión, 1987); Poesía argentina actual (Estocolmo, Editorial Siesta, 1988). Fue distinguido con premios nacionales e internacionales. Su poesía fue traducida al inglés, francés, italiano, sueco, portugués y ruso. Sobre su cuento La redada se filmó el largometraje del mismo nombre, realizado por Rolando Pardo. Por su libro Nunca recibió el Primer Premio de Poesía del Régimen de Fomento a la Producción Literaria Nacional y Estímulo a la Industria Editoral Año 2000 del Fondo Nacional de las Artes. Sus libros publicados: El espejo de fuego (1968); La lámpara en la lluvia (1971); Generación terrestre (1974); Odilón (1975); Versión de la materia (1982); La luz naranja (1984); Campo de prueba (1985); Nueva poesía argentina (1987); Poesía argentina actual (1988); Diario en la Perestroika (1990); Teorema natural (1991); Baniano (1995); El árbol de la copla (1999); Nunca (2001); Antología Poética (2001); Libro de Egipto (2002); Bambú (2004); Línea de Fuga (2004).


lunes, octubre 15, 2007

MARÍA CECILIA PERNA



Al principio es una urgencia. No importa dónde ni cómo lo haga, solamente necesito estar completamente sola. Terriblemente sola, en lo posible. Y si hay gente alrededor, me tengo que convertir en una suerte de mujer invisible. Una computadora abandonada por horas me es útil, pero también me puede servir una libretita o el reverso de un papel usado. Si tiene colores, mejor.
Una urgencia. Yo le digo: “avidez por el trabajo”. Es casi casi la sensación antes de hacer el amor. Pero sola del todo. Una T de ansiedad que se dibuja así en el cuerpo: el trazo horizontal sobre la mitad del pecho y, del absoluto centro, parte viva una línea hasta debajo del ombligo. Se me acelera un poco el pulso y la respiración. Pero nada más un poco.
La urgencia, como sea, casi siempre fracasa, casi siempre termina en el acto trivial de mirar televisión o lavar los platos sucios. Una verdadera pena. Otras veces, sin embargo, llega como a los golpes y se impone con fuerza -generalmente es de noche- y se cumple hasta el final. Entonces sale primero una palabra o una frase mínima y, detrás, como si hubiera ya estado ahí desde hace tiempo, se puede llegar a armar hasta un libro entero. Todo depende de la fuerza y de la soledad. Siempre es cuestión de seguir el ritmo y saber cuándo y dónde fraccionar -esto es un verso, esto un poema; esto una serie, esto un libro completo y cerrado-. Cuando escribo no tengo edad. Me siento un reservorio antiguo de sensaciones y trabajo con la absoluta certeza de estar traduciendo a las palabras un fragmento de ese sedimento extraño.
Pero claro, claro, no todo está adentro de mí, al menos las palabras no lo están, las palabras vienen de todas partes: pequeñas obsesiones cotidianas, familiares, políticas, lectoras. También el ritmo viene de afuera. De más poesía o de la música que siempre me acompaña.
Muy a las perdidas tengo esta suerte: me despierto a la mañana bien temprano con un verso madurado en la cabeza. Por ejemplo, una vez soñé: “maquina con claridad de dos claros cuerpos juntos”, entonces, busqué con desesperación un papel y un lápiz para anotar, como esas personas que juegan compulsivamente a la quiniela. Si es así, después de escribir y fijar el verso soñado, “lo guardo para noche” cuando es más probable que le encuentre utilidad. Trato entonces de armar algo. Igual eso no pasa muy seguido. En general, pasa si estoy enamorada solamente.
Pero de verdad me siento muy afortunada si puedo escribir cualquier cosa así, que salga entera del estómago. Para mí ese es el supremo “momento de escritura”. Después hay que corregir, naturalmente. Pasar todo a la máquina, imprimir, leer, tachar, reordenar y reescribir. Esa es la parte del sudor, tan necesaria como la otra. En ese proceso el poema se me va haciendo cada vez más ajeno. A veces paso mucho tiempo sin tocarlo -o sin leerlo-, entonces lo encuentro de vuelta y puedo llegar a hacerle algún pequeño cambio. Y así hasta que, un día, lo tengo enfrente y ya no me importa si fue escrito por mí o por cualquier otra persona. Ahí es cuando sé que, para bien o para mal, ya no me pertenece, no tengo más derecho a tocarlo. Está enfrente mío y completamente cerrado a mi intención. No puedo tocarlo. Es definitivo: el trabajo ha terminado, apago la luz y me voy.



Poemas



Libro Chino

11 de marzo de 2004
Entiéndase:
China no es la China solamente. Es algo que no puede ser ya más que advenimiento. Construir la China para exiliarse ahí. Para ser un emigrado.
¿Quién se atreve hoy a escucharos, chinos?
Los chinos acá son siempre sucios, mafiosos, comen ratas, se visten un espanto, intoxican a la gente con comida en mal estado, en sus feos mercaditos, restaurantes.
Los chinos acá son la madre invertida.
Los chinos acá son veneno.
(El veneno como el miedo es de color amarillo)
Pero no. Más bien es esto: que la China es China madre, de la cual el deseo ya no huye. La China es China acá -China al revés- lugar al que el deseo puede volver solamente.
Ahora,
voy a buscar mi Madre China
para bajarle los muros.
Chinería Primera
(Dragón y Doncella)
Es así, es lo primero
que aprenda la doncella a respetar
el fuego
del Dragón que le fue dado
y lo vuelva la luz
de fuego en sí
para su cuerpo.

***

Después -sólo después-
llegará el Rey que estuvo ausente
y sin usar el sable
besará las escamas perladas del Dragón
como de jade
y podrá subir la Luna
fría y blanca
del alivio hasta su cuerpo.

***

Pero volvamos los ojos al Dragón
panza de fuego
amarillo
rojo fuerte
en los pequeños pies
de la doncella.

***

Porque si ella se dignara
a reconocer sin miedo
la protección caliente
y dulce
del Guardián de aquella puerta
tomaría todo el fuego
sagrado de su boca
adentro
en el centro de su cuerpo
lo retendría apenas
con la punta de la lengua
pegada al paladar.

***

Y el Dragón le daría de su boca
el ardor para llamar
la Luna
y bajarla del cielo hasta sí
como una carga suave
como el mundo.

***

Porque es la Luna el mundo
más suave
si sale de la seda
caliente
de los sueños desde adentro
del guerrero.



Chinería Segunda
(Sable y Luna)
Si la Luna en el agua se cortara
con el filo del sable
que está ausente
entonces un hilito
de luz sobre la calma
del agua
estancada de la noche.

***

Es porque está sólo en dos partes
en el agua
en lo negro
del cielo salpicado
aunque alguien
alguna vez pensó
en cargarla con las manos
suavemente
desplazarla para darle
movimiento.

***

Ella tiene igual
su propio movimiento
de cortarse a la mitad
y de crecer
como si la hubieran vuelto
encinta.

***

Pero sólo el sable ausente
podría recortarla de verdad
del fondo oscuro
del cielo o de las aguas
estancadas
y transportarla de noche
en el golpe
inmenso de la carga
delicada
sin partirla.

***

El sable silencioso
para el cual
ella simula
volúmenes de luz
fría y blanca
que la llenan.

***

O muestra que se parte
a sí misma
pero esconde la mitad
oscura dolorosa
en el fondo más oscuro de las aguas
y del cielo
salpicado.

***

Si hubiera un hilo solamente
atravesando el agua
tan quieta
del estanque
sería que el sable pudo abrirla
cortarla desde fondo
oscuro
que la envuelve
para que alguien se la lleve
contra el pecho
silencioso.
Chinería Tercera
(Pasaje y Galerías)

Vuelta toda
de arroz como una pasta
abre el cuerpo que ya cambia y se resiste
a seguir viendo los ojos
pegados
en la tierra.

***

Leche gorda
saliéndole del cuerpo
que apenas ya cambiado se resiste
a verse con los ojos
pegados
en la tierra.

***

Y lo sostiene en medio
de las pobres
galerías de los pobres
todos podrían ahí
ser quemados con un golpe.
Pero lo sostiene
-ahí-
apretado el corazón
contra la teta
que apenas ya cambiado se resiste
con el hambre que le viene
de la espalda.

***

Y los pies
van adentro de los campos
inundados
verde marrón al tobillo
la plaga del arroz
comida
que espera la humedad
para salir.

De Chinería 


María Cecilia Perna


María Cecilia Perna. Nació en Zárate, Argentina, en 1979. Es poeta, traductora y performer. Se licenció en Letras por la Universidad de Buenos Aires y es profesora en la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Escribió los libros de poesía La Boca de Mercurio (Siesta, 2003), Libro Chino (Gog y Magog, 2009) Vísperas (Zorra Poesía, 2009) con ilustraciones de Alfonso Piantini, Otra Víspera (Buenos Aires Poetry, 2016), Australia (El ojo del Mármol, 2017) y Monroe (Tanta Ceniza editora, 2019) con ilustraciones de Powerpaola. En 2021 se publicó su antología de traducciones de poemas de Emily Dickinson Pequeños Pies, por la editorial Loca Mala.